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—Honestamente, creí que ibas a negarte.

Evann detuvo cada uno de sus movimientos cuando escuchó la voz de su padre, tomándose un instante para procesar y comprender exactamente a qué se refería.

Miró el plato de su padre, percatándose de que el hombre no había probado un bocado de su comida aún. El rey Arther ni siquiera se veía interesado en el banquete que los sirvientes habían servido, desplazando a un segundo plano la gran variedad de platillos y el delicioso aroma a comida recién preparada que flotaba en el ambiente.

El omega retomó lentamente sus pasos, ingresando al comedor para sentarse en el lugar que acostumbraba tomar desde la muerte de su madre, ubicado a un lado del rey. Pensó un poco en una respuesta que pudiera aliviar la tensión y la preocupación de su padre, mientras que una joven sirvienta se acercaba rápida y silenciosamente a ambos, llenando sus copas de vino con la mirada baja, desapareciendo después de dedicarles una corta reverencia.

Evann esperó pacientemente a que los pasos de la sirvienta dejaran de escucharse, tomando su copa para darle un corto y lento sorbo.

—Quería negarme, padre —respondió de manera pensativa, saboreando su bebida al mismo tiempo que uno de sus dedos jugaba distraídamente con el borde de su copa—. Pero tus asesores ya te lo han dicho, nos conviene.

—El matrimonio con el hijo más joven de los Irkinn también nos convenía —el rey recordó, apoyándose por completo en su asiento sin molestarse en mirar su comida—. Y a pesar de eso, interrumpiste al consejo solo para decir que no e irte sin explicar nada.

Evann no pudo evitar rodar los ojos cuando su padre mencionó aquello.

Todavía recordaba el modo en el que el rey Arther se había reído a carcajadas aquella tarde, luego de que el consejo se retirara del salón y los dejara a solas. Desde ese día, su padre disfrutaba más que nadie recordarle a Evann lo ocurrido con los Irkinn, justo como ahora, que le veía reteniendo la risa que burbujeaba en su garganta.

—El niño iba a cumplir sus catorce años en seis meses, ¿qué esperabas? —el omega de cabello oscuro tomó un corto trago más, dedicándole a su padre una leve mueca de disgusto a pesar de que no pudo esconder el destello de diversión nacido en sus ojos—. No tengo nada en su contra, pero no quise tener que casarme con un alfa que acababa de salir del nido. A esa edad sus feromonas ni siquiera podrían marcar algo más que sus propios juguetes. ¿Cuál sería mi papel? ¿Llevar a mi esposo al jardín y vigilarlo mientras juega?

Después de tanto tiempo estancado en su propia aflicción, el rey Arther soltó la carcajada que había estado conteniendo con todas sus fuerzas, sintiéndose de buen humor repentinamente.

—Estoy seguro de que esa no era la única razón que tenías para decir que no.

Evann hizo un pequeño gesto con el que le dio la razón a su padre.

—Sé que tiene tres hermanos alfas mucho mayores que él, es comprensible que su madre decidiera buscar un trono disponible para su cachorro favorito —Evann sonrió un poco, observando el contenido de su copa como si la simple mención de aquel intento de compromiso no le causara algo más que gracia—. Pero ella se equivocó cuando lo intentó conmigo, aquí su hijo no sería el rey de nada. El trono es mío y no pienso entregárselo a nadie.

Su padre también sonrió, dándole su primer bocado a la cena después de haberla ignorado por un largo tiempo. El alfa se mostró satisfecho cuando comenzó a comer, bebiendo brevemente de su propia copa antes de dirigirse a Evann.

Derecho a la Corona | Omegaverse BL ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora