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Solo bastaron tres semanas.

Con nada más que una orden y un corto plazo máximo de apenas veintiún días, se puso en marcha todo un plan para organizar la ceremonia que uniría de por vida a Evann con un alfa que apenas conocía.

La cantidad de tiempo disponible era extremadamente corta, pero el resultado aun así fue digno de admiración. Cada detalle fue cuidadosamente planificado de principio a fin, incluida la decoración, la vestimenta, la comida, la música y el entretenimiento. Nada fue pasado por alto, ni los inmensos gastos habían significado un problema para Aleksander.

Los invitados llegaron en cuestión de días desde diversas regiones del continente, llenando el Palacio Real de Hargem entre júbilo y celebración. Evann era uno de los protagonistas, por lo que presenció cada momento de la extraordinaria fiesta que se vivió en todo Creighton en honor a su próximo enlace.

En el Reino de Creighton, las bodas daban inicio con un período de fiesta que se prolongaría hasta una semana después. Por la importancia de tal ceremonia, la danza, la comida y la música estaban disponibles para el disfrute de todos en el reino, sin excepciones. Desde el más humilde plebeyo hasta el más poderoso aristócrata celebraría  la unión, como una muestra de lealtad incuestionable hacia la Dinastía Hawthorne.

Un ostentoso banquete fue servido a los nobles invitados al palacio, rodeados por las más dulces melodías de la orquesta y los bailes espléndidos que llegaban hasta más allá del amanecer. Los soldados de la corona, por su parte, bajaron al pueblo con la misión de obsequiar alimentos a la gente y lanzar monedas de oro a la muchedumbre en nombre del rey Aleksander, corriendo la voz por todo el reino del matrimonio que muy pronto se celebraría.

En cuestión de días, el festejo llegó a cada pequeño pueblo y aldea de Creighton, sin falta.

Desde entonces, Evann no dejó de recibir buenos deseos por parte de la nobleza y algunas otras casas reales de Rigrea. Durante las fiestas en el palacio, Evann fue detenido por un sinfín de personas que deseaban felicitarlo y además tener la oportunidad de charlar con el futuro Rey Consorte de Creighton, una y otra vez. Era agotador ser rodeado por una decena invitados con cada paso que daba, pero no podía evitar que sucediera.

El príncipe los escuchó y agradeció sus bendiciones con amabilidad, esforzándose por mantener una sonrisa deslumbrante mientras que la multitud le hablaba constantemente de lo afortunado que era y de la felicidad que el matrimonio traería prontamente a su vida.

Por fortuna, Evann tenía la experiencia necesaria para sobrevivir a los eventos sociales sin ningún rasguño.

Cuando el período de celebración culminó, el malestar de Evann se hizo un poco más difícil de soportar. La celebración de su boda se acercaba a una velocidad incontrolable, abrumando a Evann hasta el punto en que su mente se sentía exhausta por más que descansara o intentara relajarse.

No importaba que tanto hiciera, ni con qué intentara divertirse o distraerse. Sus pensamientos de alguna manera siempre terminaban en el mismo lugar, torturándolo con cientos de ideas respecto a lo que podría ser su matrimonio, qué haría y cómo lo haría.

Cómo sería su vida ahora.

Desde temprana edad, había oído lo natural que era sentir nervios y que todos los tenían el día antes de su boda. No obstante, Evann no compartía la emoción y la alegría que los demás decían experimentar al estar a punto de contraer matrimonio. No sentía aquella felicidad que, según otros omegas, lograría eclipsar el nerviosismo inicial.

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