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—Solicito su permiso para retirarme a mis aposentos, mi señor —Evann no se preocupó en mirar a Aleksander cuando le habló, pasando por alto el sentimiento extraño que le recorrió al usar su voz luego de haber pasado largas horas en silencio, ignorando por completo a su esposo.

La luna llena se alzaba en el cielo oscuro que Evann admiraba en silencio esa noche, evitando por todos los medios tener que intercambiar palabras con Aleksander. Fingir que no estaba en compañía de ese alfa e ignorarlo era mucho mejor que acabar discutiendo con él una vez más.

La fría madrugada cubría al reino bajo un manto sereno y tranquilo, extremadamente silencioso, que ayudaba a los empleados del palacio a sumirse en un sueño imperturbable. A esas horas la mayor parte de la servidumbre aún descansaba, lo que se traducía en una gran oportunidad para Evann.

Si se iba ahora, pocas personas estarían allí para verlo huir de la alcoba que debía visitar cada viernes, sin falta. Una antigua y respetada tradición en Creighton a la que Evann ya veía como una condena de por vida.

—Puedes irte —fue lo único que Aleksander dijo, atendiendo sus propios asuntos en su escritorio sin ofrecerle a su consorte algo más que su permiso para largarse.

Evann, esta vez, estaría feliz de obedecerlo. El omega se levantó del lujoso sofá en el que pasó la noche y por costumbre, como era debido, sus movimientos estaban impregnados de la gracia necesaria para no dañar su atuendo accidentalmente.

Cuando dejó atrás los aposentos del rey Aleksander, el alivio inundó su mente y no le importó para nada haber sido visto por los múltiples guardias que protegían la entrada al lugar, inmóviles como estatuas. No se preocupó, porque aquellos hombres no tenían permitido revelar información privada y serían sometidos a crueles castigos si se atrevieran a hacerlo.

Por suerte, sus habitaciones estaban ubicadas en la misma ala del palacio y su cercanía a los aposentos de Aleksander hizo que Evann estuviera de pie en las puertas de su dormitorio mucho antes de lo previsto. Era bastante tarde, así que no planeaba llamar a Gabhan o a sus doncellas, ya que los tres tenían que estar dormidos y Evann no deseaba interrumpir su hora de descanso. Solo iba a desvestirse, cubrirse con una prenda cómoda y se forzaría a dormir, fingiendo que el enojo había desaparecido de su cuerpo y de su mente.

Pero, al ingresar completamente a su habitación, se percató de que Rory estaba en una de las esquinas alejadas de su dormitorio, logrando reconocerla en medio de la oscuridad gracias a su larga cabellera rojiza. Ella tenía varias telas coloridas en sus manos, revisando cada una con especial detenimiento, algo que a Evann le hubiera resultado divertido si el recuerdo desagradable de la noche que pasó junto a Aleksander no lo mantuviera de mal humor.

—¿Rory? —la muchacha saltó ligeramente en su asiento, desplazada de repente de su estado de concentración.

La pelirroja se puso de pie y se inclinó rápida y torpemente. Estaba claro que ella no esperaba su regreso.

—Su excelencia, discúlpeme, olvidé seleccionar las telas con las que los sastres confeccionarán sus nuevos trajes y volví aquí para terminar mi tarea. Creí que estaría bien, ya que usted pasaría la noche con el rey —luego de disculparse, Rory se movió hacia él y con cuidado empezó a quitar las joyas que vestían el cuerpo de Evann, sospechando de manera acertada que el omega realmente solo quería descansar—. Ha pasado mucho desde la última vez que un consorte abandonó los aposentos del rey antes del amanecer. ¿Pasó algo malo?

Evann no le respondió inmediatamente, evaluando por un instante qué intenciones podría tener Rory al hacer una pregunta como esa. Pero, a pesar de que ella no era tan expresiva como Nora, pudo notar fácilmente que solo estaba preocupada.

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