Capítulo I

194 11 1
                                    

Pese a que hace ya un buen rato que ha salido el sol, yo me sigo cayendo de sueño. No son ni las 8 de la mañana aún pero ya me estoy terminando de hacer las trenzas que ponen un poco de orden en el caos andrajoso que tengo por pelo. No es que no me guste, todo lo contrario, pero a veces me lleva demasiado tiempo domarlo para que no me moleste el resto del día y precisamente tiempo no es que me sobre. No hace ni casi medio año que entré en el escuadrón de las Rosas Azules y prácticamente no hemos descansado nada entre misión y misión. Sin embargo, no me importa demasiado ya que tener a alguien como Charlotte de capitana hace que todo sea mucho más sencillo. Y por qué no decirlo, es la mejor amiga que he podido tener hasta ahora junto con Sol. Desde el primer momento, me acogieron como una más y me hicieron comprender lo que significa la palabra familia.

Y ahora aquí estoy, terminando de ajustarme la armadura y poniéndome la capa con el emblema de mi escuadrón y a punto de salir con Charlotte hacia la capital. Simplemente vamos a una reunión ordinaria a la que deben asistir todos los capitanes de las órdenes para tratar temas rutinarios sobre la seguridad del reino pero para mí significa más ya que es la primera vez que Charlotte me dice de acompañarla. No sólo por ser prácticamente mi mejor amiga y pilar, si no porque Charlotte sigue siendo mi capitana, nuestra capitana y, por tanto, que me diga de acompañarla significa que no lo estoy haciendo tan mal como suponía al principio. Recuerdo que me sentía muy verde cuando entré viendo el nivel de mis compañeras, pero pronto empecé a entrenar y a desarrollar mi potencial como me propuse desde que Charlotte levantó la mano el día del examen apostando por mí.

Justo cuando me estoy echando un último vistazo en el largo espejo que tengo en mi habitación y por qué no, sonriendo al ver mi reflejo portando la armadura y sintiéndome una diosa de las rosas azules, alguien llamó con dos toques a mi puerta:

- ¿Estás lista? Tenemos que salir ya. - dijo la rubia apareciendo por la puerta de mi habitación.

- Sí, vamos. - mi amiga me sonrió y acto seguido salimos juntas de la habitación.

- Por cierto, te ves genial. - me dijo Charlotte en un último momento.

- Sólo eres tú que me miras con buenos ojos siempre.

Y acto seguido, nos fuimos en dirección a la capital del reino.

Nada más llegar mis ojos iban en todas direcciones, nunca antes había estado en la gran fortaleza del reino y, por lo tanto, todo era nuevo para mí. Mi nerviosismo empezaba a florecer a cada paso que dábamos por los pasillos del castillo y mi amiga no tardó en percatarse:

- ¿Estás bien, Lilith? pareces inquieta desde que hemos llegado.

- ¿Qué? Ah, sí, claro, todo bien, es sólo que...- mi capitana me miró con dulzura mientras me daba un ligero apretón en la mano.

- No tienes de qué preocuparte, Li, tú sólo sígueme y disfruta la visita.

Lo dicho, hace que parezca fácil, pero tampoco tiene sentido ponerse nerviosa ahora, así que tomo aire con la cabeza bien alta y camino a la par de Charlotte. Apenas unos minutos después llegamos a la altura de un par de grandes puertas cerradas que dan a la sala donde va a tener lugar la reunión de capitanes.

- Ahora estate tranquila y ponte detrás de mí. - asiento sin decir ni una palabra y avanzo detrás de ella.

Charlotte abre las puertas y frente a ella le sigue una larga mesa en vertical en la cual ya se encuentran sentados varios capitanes de orden. Entre ellos puedo ver al capitán de los leones carmesíes, Fuegoleon Vermillion, sentado junto al capitán de las águilas plateadas, Nozel Silva. A decir verdad, nunca los había visto en persona antes pero es prácticamente imposible no conocer quienes son, y no sólo porque es bien sabido que ambos son nobles de familias reales, si no porque Charlotte nos ha mencionado alguna vez que suelen ir juntos la mayoría de las veces pese a ser rivales igualmente. Es cierto que al tenerlos frente a mí, ambos emanan una presencia imponente. Siento que son muy diferentes entre sí, pero al mismo tiempo, hay una sorprendente similitud. La contrastante tonalidad cobriza del león no pasa desapercibida junto al blanco impecable del águila plateada.

Desquicio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora