Capítulo IX

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La figura estática de Jack se me presenta como una clara invitación a que sea yo quien haga el primer movimiento. Invitación que, por supuesto, acepto. Sin apartar la vista de la suya, mi grimorio se activa, y un aura azul tan gélida y brillante como el propio glaciar me envuelve. Noto como enseguida el frío que desprendo se apodera de cada poro de mi piel que hasta hace un instante, era cálido. Pequeñas esquirlas de hielo se empiezan a formar en las yemas de mis dedos al igual que en las puntas de mi cabello, que parecen danzar al compás de la energía que emana mi aura helada. Percibo por el rabillo del ojo que varios compañeros han retrocedido un poco más, queriendo alejarse del frío y dejándonos más espacio. No les miro, pues mi atención está centrada en el Capitán que está a unos pocos metros frente a mí, quien parece deleitarse ante la manifestación de mi magia y disfruta desde su posición.

Jack me dedica una risa maliciosa y su aura verde tan característica vuelve a envolver todo su entorno. Extiende sus brazos hacia delante y con un rápido movimiento hacia atrás materializa sus afiladas y cortantes hojas de nuevo. Por un breve momento, permito que un escalofrío recorra todo mi cuerpo desde mi nuca hasta los dedos de mis pies. Sería una completa y absoluta insensata si dijese en voz alta que Jack The Ripper, el Capitán de las Mantis Verdes, no me asusta. Porque una cosa es observarle en acción desde la protección que me puede garantizar un escondite y otra muy distinta es tenerle delante, con sus hojas esperando impacientes un primer corte, sedientas de todos los que le siguen después.

Calma. Puedes hacerlo.

Cojo una bocanada de aire con la intención que me permita de una vez por todas liberar los nervios que están jugando ahora mismo con mis entrañas y la suelto despacio. Un cúmulo de energía empieza a descender por mis hombros embriagándome y recorriendo todo mi cuerpo, esperando a recibir la señal de aviso para actuar.

- Adelante... - murmura Jack sonriendo, casi en un susurro, pareciendo ignorar a las demás personas que nos observan ansiosas - ... Ven a por mí.

La señal. Sin esperar ni un instante más, me inclino hacia adelante y mis pies seguido de todo mi cuerpo se levantan del suelo y prácticamente vuelo hasta Jack. Pero él es más rápido que yo y esquiva muy fácilmente mi primer ataque, haciendo que el hielo que le he lanzado se estrelle contra el suelo y estalle en pedazos, saliendo disparado en todas direcciones. No paso desapercibido ese breve momento en el que nos hemos cruzado en el aire en direcciones opuestas y nuestras miradas se han encontrado. Es en ese preciso momento donde verdaderamente me doy cuenta que he decidido retarle sin pararme a pensarlo detenidamente.

Ambos aterrizamos casi al unísono en el punto de salida del otro y ahora es él quien me ataca a mí. Jack agita sus brazos, y una lluvia de cuchillas surge de sus hojas directamente hacia mí. Me asombro por la cantidad que dispara pero reacciono con rapidez materializando un imponente muro de hielo que emerge del suelo frente a mí, brindándome protección y frenando su ataque.

- Casi, Capitán. - dejo escapar, frente a la helada y regia pared frente a mí.

Sin pensarlo dos veces, utilizo el muro como plataforma para deslizarme ágilmente por su superficie, recorriendo su perímetro y confundiendo a Jack antes de aparecer frente a él. El chasquido que se oye es el de dos hojas afiladas al encontrarse: la cuchilla derecha de Jack impacta contra mi daga helada y nuestras miradas se conectan una vez más, pero esta vez, no estoy desarmada.

Keh keh, hola. - susurra volviendo a utilizar ese endemoniado tono ronco que nubla mi raciocinio.

- Hola.

Entre el zumbido de las cuchillas y la firmeza del hielo, perdemos la noción del tiempo y no sé en qué momento dejé de contar las veces que ataqué y me defendí. Sus movimientos me hacen percatarme de que Jack, además de su fuerza, se apoya en su agilidad y su altura para desplazarse por el campo de batalla. No puedo evitar pensar si de verdad tiene la destreza de una mantis al fin y al cabo, pues es esquivo como un insecto y anticipa cada uno de mis movimientos sin mostrar signos de cansancio. Sin embargo, no me detengo. Una ligera sonrisa se dibuja en mis labios mientras me lanzo de nuevo, realmente lo estoy disfrutando, lo estamos disfrutando. Hace ya bastante rato que olvidé que no estamos solos en los jardines de la base, que hay espectadores observando, pero no me importa. En ocasiones, Jack suelta algún comentario que, en principio, pienso que es para provocarme, pero en lugar de eso, sólo consigue infundirme más determinación para el siguiente ataque. Por un momento, una idea de que ese podría ser su verdadero objetivo se manifiesta en mi mente: ver hasta dónde soy capaz de llegar.

Desquicio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora