Que el Capitán de las Mantis Verdes alcance prácticamente los 2 metros de altura me viene perfecto para poder llevar el vestido de Charlotte totalmente estirado hasta su despacho. Si fuera por mí, lo llevaría a su habitación, pero no me parece muy correcto por mi parte entrar si no está ella por aquí, y mucho menos con Jack, pese a ser él quien está cargando con su regalo a lo largo de su espalda. Me sorprende que no haya protestado en absoluto cuando le he pedido si podía llevarlo estirado y no bajo el brazo, como pensaba seguir haciendo. No obstante, no ha dudado en reírse cuando me ha visto, ingenua de mí, intentar colocar mejor la parte superior del vestido a la altura de los hombros de Jack. Y, evidentemente, no llegaba. Después de lanzarle una mirada más fría que cualquier glaciar, ha tenido la cordialidad de doblar las rodillas de sus largas piernas para dejarme terminar de estirar y alisar el vestido en su espalda.
Y sólo me ha bastado ese pequeño contacto para que mi mente me juegue una mala pasada y me recuerde lo que ha pasado mientras me estaba dando una ducha. Esa escena volviendo a mi memoria, hace que me ponga nerviosa y me aleje enseguida de su espalda para seguir caminando, y él, por supuesto, no lo pasa por alto:
- Estás roja.
No me digas.
- Me habré quemado con el sol.
- Mientes fatal - sostiene mientras se coloca a mi lado - ¿qué se te está pasando por esa cabeza, niña?
- Nada que te incumba, y no me llames niña.
- Entonces es algo obsceno seguro.
- Oh, por los dioses.
- Keh keh, ¡así que he acertado!, veamos ... - dice llevándose la mano que tiene libre al mentón, pensando.
- Te lo advierto Capitán, ni se te ocurra abrir la bocaza para soltar una de las tuyas, estás avisado.
Empezamos a subir la escalera principal y Jack ni siquiera parece haber escuchado nada de lo que le acabo de decir porque su mirada sigue perdida en algún punto, absorto en sus pensamientos y sin prestarme la menor atención.
- Entonces dímelo y no lo tendré que adivinar.
- No sé de qué estás hablando.
Veo cómo un grupo de chicos con mantos verdes descienden por la escalera y se detienen un breve instante a saludar a su Capitán, con demasiada formalidad, y quien sólo les responde con un movimiento de cabeza antes de seguir su camino:
- Me pregunto qué tipo de martirio me hubieses hecho pasar si el día del examen hubiese acabado en tu Orden.
- Keh keh, no durarías ni una semana entera aguantando mi entrenamiento.
Al oír eso, subo de un salto tres escalones más cortándole el paso. No llego a superar su maldita altura pero al menos mi mirada queda alineada con la suya:
- No me subestimes ni un segundo, Jack, puedo demostrártelo cuando quieras. - musito haciendo frente a esos ojos rasgados.
El Capitán relaja su mirada y contiene una risa silenciosa en su garganta, haciendo que se me agudicen todos mis sentidos.
- ¿Estás segura? ...- sube despacio los dos escalones que nos separan y su figura vuelve a hacerse condenadamente enorme - ...porque entonces seré tu peor pesadilla, Lilith.
Lo vuelve a hacer y me estremezco por completo: susurra mi nombre en ese tono que hace que se me erice toda la piel; y su presencia, su pelo empapado, su lengua y su hambre voraz en la ducha, vuelven a mi cabeza. Y eso se aleja totalmente de lo que significa la palabra pesadilla.
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Desquicio.
FanfictionMi nombre es Lilith y, desde hace seis meses, formo parte de la Orden Mágica de las Rosas Azules. Me dispongo a contar la historia de cómo conocí al responsable de mi mayor quebradero de cabeza, el mismo que hizo que perdiera mi rumbo deliberadament...