Las semanas siguientes habían sido un torbellino de éxito y determinación. Mis victorias en las peleas se acumulaban, y con cada una de ellas, el número de dagas en mis fundas aumentaba. Me sentía más preparada, más armada, y cada día mi convicción de convertirme en un jinete se fortalecía. Mi mente estaba fija en el objetivo, decidida a dejar atrás cualquier distracción que pudiera desviarme del camino hacia mi destino.
Decidí enfocarme únicamente en mi desarrollo académico, dejando de lado las dudas y las voces que intentaban sembrar la incertidumbre en mi mente. A pesar de ello, notaba la distancia creciente entre Alvis y yo. Su envidia se palpaba en cada mirada, y aunque nuestros lazos como hermanos no se rompían del todo, nuestras conversaciones se reducían a lo estrictamente necesario para mantenernos al tanto de nuestra salud y disposición para continuar adelante.
Por otro lado, Samy se mantuvo a mi lado en todo momento. Era una compañera fiel, con una fuerza impresionante adquirida durante años de trabajo en los campos de cultivo. Nuestros entrenamientos juntas eran intensos y gratificantes; cada golpe que intercambiábamos fortalecía mi resistencia al dolor, mientras ella forzaba su resistencia para igualar mi ritmo. Era mi mejor amiga, y nuestra conexión era evidente para todos, aunque algunos lo miraban con recelo. El hecho de que una chica como ella estuviera alcanzando tal nivel de éxito despertaba temores entre los habitantes de Deare, quienes no solían destacar por sus habilidades físicas para ingresar al ejército.
Entre aquellos que observaban con desconfianza se encontraba Saúl. Después de varios intentos fallidos de iniciar una conversación sobre mis logros en los desafíos, había optado por apartarse. Ahora, sus miradas distantes y apagadas me llenaban de melancolía, recordándome el abismo que se había formado entre nosotros. Era doloroso para ambos, pero sabía que era un sacrificio necesario. Recordaba las palabras de Narael durante nuestra última conversación, cuando me instó a alejarme de Saúl por el bien de ambos.
La tensión entre Narael y yo seguía presente, palpable en cada interacción. Había días en los que me sentía observada constantemente por él, como si estuviera esperando que cometiera un error. La sola idea de enfrentarlo me llenaba de ansiedad, pero también de determinación. Quería exigirle respuestas, pero los rumores y cotilleos que circulaban por los pasillos me frenaban. Sin embargo, había alguien que parecía disfrutar de nuestra extraña conexión: Jadriel. Desde aquel día junto al río, no se había separado de mi lado, y su presencia me reconfortaba en medio de la confusión y la incertidumbre.
—Entonces, nadie tiene ni idea de que será la prueba de maniobras de hoy ¿no? —preguntó Jadriel, mientras continuaba jugueteando con mis trenzas, dándoles tirones con fuerza.
—Nada, después de las pruebas de puntería, reflejos y demás, no sé en qué estará pensando Thorfinn, pero no será fácil. — dijo Samy, mientras yo estaba recordando con frustración mi desempeño en las pruebas anteriores. Mis habilidades con el arco no habían sido suficientes cuando me colgaron de una cuerda y me obligaron a darle a la diana. Nunca antes había experimentado tantos fallos en mi vida.—Vaya, ¿Alma? ¿Sigues aquí? —preguntó, notando mi desconexión momentánea. La miré con una ceja levantada antes de responder.
—Sí, perdonar, yo tampoco sé qué va a pasar hoy.
—Ya, pero si que estas buscando a tu entrenador personal ¿no? —intervino Samy con una risa juguetona, seguida por las risas de Jadriel.
—Id al diablo, y a ti, Jadriel, te pienso retar un día. Vas a tragarte la arena —respondí con una sonrisa, retando en broma a mi amigo, quien se disponía a replicar cuando algo atravesó mi campo de visión a toda velocidad.
Un cuchillo se dirigía hacia mí desde la otra punta del comedor, lanzado por Alastor y sus amigos, quienes se regocijaban tras él. Sin mostrar ni un ápice de miedo, aunque podía sentir las manos de Samy agarrando su corazón con fuerza, actué por instinto. Puse mi mano en el camino del cuchillo, cubriéndola con una capa de esmeralda que hizo rebotar el arma contra el suelo.
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El Alma de Rosea
FantasíaEn el albor de la creación, cuando el mundo aún se encontraba en el suspiro temprano de su existencia, dioses poderosos vagaban libremente por Rosea, un reino de belleza inconmensurable y magia pura. Estos seres celestiales, dueños de un poder antig...