Las tardes libres, un lujo efímero, habían quedado atrás, devoradas por la vorágine del deber y la responsabilidad. Cada día, al concluir la última clase del horario, me sumergía en una nueva realidad, una donde el entrenamiento y la supervivencia se entrelazaban en una danza macabra.
Me reunía con cinco novatos de Arorion que ansiosamente buscaban adquirir conocimientos adicionales, ansiosos por mejorar sus habilidades en las llanuras, donde el verdadero combate aguardaba. Juntos formamos un equipo de entrenamiento improvisado, donde la creatividad y la necesidad eran nuestros únicos recursos. Atábamos piedras a antiguas lanzas desgastadas, convirtiéndolas en rudimentarias pesas que ejercitaban nuestros músculos y fortalecían nuestra determinación.
Pequeños cuadriláteros marcados en el suelo se convertían en nuestros campos de batalla, donde yo impartía mis enseñanzas con la seriedad de un general en el fragor de la guerra. Les mostraba las técnicas esenciales, pero sobre todo les inculcaba el arte de los contraataques, la capacidad de responder con astucia y decisión ante cualquier embate, especialmente cuando el enemigo era un miembro de Milrol.
Así transcurrió una semana entera, una semana de arduo entrenamiento sin tregua ni descanso. Alyssa, Sazor, Spencer, Max, Narael y yo nos convertimos en una fuerza imparable, seis guerreros de alto calibre decididos a dar lo mejor de nosotros para preparar a los jóvenes de Arorion para el desafío que les aguardaba.
Traíamos a 25 miembros de Arorion cada día, ofreciéndoles una oportunidad de sobrevivir en un mundo lleno de peligros y desafíos. Sin embargo, nuestro arrojo y dedicación no pasaron desapercibidos; nuestra congregación diaria llamó la atención de todos los profesores de la academia, quienes observaban con creciente curiosidad y, tal vez, cierta inquietud, el espectáculo que teníamos montado. Pero ante la mirada escrutadora de la academia, no vacilamos; estábamos decididos a preparar a los hermanos de Arorion para cualquier adversidad que pudiera cruzarse en su camino, sin importar las consecuencias.
La aparente calma que reinaba en la academia era solo una ilusión, un velo que ocultaba las tensiones latentes que yacían debajo de la superficie. La mañana había comenzado con un aviso sombrío de Saúl, quien me informó con gesto serio que se disponía a partir hacia Pandora en una misión de recopilación de información. Su advertencia fue breve y directa, casi como si quisiera evitar cualquier tipo de interacción adicional. Fue solo un breve encuentro en el pasillo, donde nos cruzamos de manera casual, pero lo suficiente como para que sus palabras resonaran en mi mente, sembrando la semilla de la preocupación.
Sin embargo, mi verdadera inquietud residía en Alvis, un conflicto silencioso que había cobrado fuerza con el tiempo. Lo que alguna vez fue una simple tensión competitiva, una lucha por destacar como el mejor, había evolucionado hasta convertirse en una batalla feroz por el dominio, como dos leones enfrascados en una lucha territorial.
Cada interacción con Alvis se volvía un campo abrasador, cargado de hostilidad y rivalidad apenas disimulada. Nuestros encuentros eran como enfrentamientos en la jungla, donde cada palabra, cada gesto, se convertía en un desafío implícito. Su presencia me mantenía en alerta constante, como si estuviera siempre al borde de un enfrentamiento inevitable.
Ya no éramos simples compañeros de academia, éramos competidores feroces, decididos a demostrar nuestra valía y reclamar nuestro lugar en el mundo. Y en ese juego de poder y dominio, cada uno luchaba por defender su territorio con uñas y dientes, sin mostrar debilidad ni ceder terreno.
Así, mientras Saúl partía hacia su misión en Pandora, dejándome con la preocupación por su seguridad, mi mente no podía apartarse de la tensión palpable que había entre Alvis y yo. Sabía que tarde o temprano tendríamos que enfrentarnos, y solo esperaba estar preparada para el desafío que se avecinaba.
ESTÁS LEYENDO
El Alma de Rosea
FantasyEn el albor de la creación, cuando el mundo aún se encontraba en el suspiro temprano de su existencia, dioses poderosos vagaban libremente por Rosea, un reino de belleza inconmensurable y magia pura. Estos seres celestiales, dueños de un poder antig...