Capítulo 11

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La atmósfera se había cargado de una tensión casi tangible, cada día que pasaba se volvía más espeso el aire entre los muros del recinto de entrenamiento. Samy, como una sombra inquisidora, se había convertido en una presencia constante y asfixiante, su curiosidad transformada en una obsesión que rozaba los límites de lo soportable. Desde aquella noche compartida con Narael, una noche que debía haber permanecido envuelta en la discreción y el misterio, las preguntas de Samy caían como gotas de agua en una tormenta interminable, cada una cargada con el peso de la sospecha y el deseo de descubrimientos.

La revelación de que Narael y yo continuábamos entrenando juntos, lejos de los ojos curiosos y las lenguas afiladas, solo había avivado el fuego de su curiosidad, tornando su comportamiento de molesto a insufrible. Aunque Jadriel, con su presencia reconfortante y su habilidad para distraer, lograba a veces desviar la atención de Samy, sus intentos no siempre eran exitosos. En ocasiones, sus comentarios, lejos de apaciguar las aguas, las revolvían aún más, insinuando una profundidad en mi relación con Narael que ni yo misma había terminado de explorar.

En mi interior, una dualidad de emociones bailaba al ritmo de los acontecimientos: por un lado, el hormigueo de la ilusión, esa sensación de estar al borde de algo maravilloso y nuevo, y por el otro, el temor de dar un paso en falso que podría desmoronar todo lo construido hasta ahora. La posibilidad de arruinar lo que apenas comenzaba a brotar entre Narael y yo era un fantasma que me acechaba con cada paso que dábamos juntos, en cada secreto compartido y cada mirada que cruzábamos.

La última semana había sido un reflejo de este caos interno, marcada por la dureza de los entrenamientos y la competencia feroz. El grupo de segundo año, aquellos sin dragón, había emprendido una cruzada contra los iniciados, buscando invalidar a tantos como fuera posible en su ansia por obtener un dragón al final del año. Esta estrategia de desesperación añadía una capa más de presión a un ambiente ya de por sí cargado, haciendo que cada día fuese una batalla tanto física como emocional.

La ausencia de Saúl, un detalle más en el complicado tapiz de la academia, era la guinda del pastel de mis frustraciones. Su retorno era crucial para mis planes de encontrar al jinete sin lazo, una pieza clave en el complejo puzle que intentaba resolver. Su ausencia prolongada no hacía más que enturbiar las aguas, complicando un juego ya de por sí peligroso. Entre la constante vigilancia de Samy, los juegos de poder dentro de la academia, y mis propios conflictos internos, me encontraba navegando en un mar tormentoso, intentando desesperadamente mantener mi barco a flote mientras las olas amenazaban con engullirme.

El aire estaba impregnado de una tensión palpable, una mezcla entre anticipación y el inconfundible aroma de aventura que se respiraba en las vastas extensiones de tierra que rodeaban la academia. La colina, otrora un mero contorno en el horizonte, se había transformado en un hervidero de actividad. Los dragones, majestuosos y enigmáticos, aumentaban en número con el pasar de los días, como presagiando un cambio, una nueva era de desafíos y posibilidades. Fue en este escenario, bajo la sombra creciente de estas criaturas legendarias, donde Alyssa lanzó su comentario, ligero en tono pero pesado en significado.

—Creo que un Témpano de hielo negro te quedaría genial, el otro día volando vi alguno acercarse al valle.

Sus palabras flotaron en el aire, desencadenando una serie de pensamientos tumultuosos en mi mente. ¿Un Témpano de hielo negro? La mera idea era tanto fascinante como aterradora. Estos dragones eran conocidos por su agresividad y su indómita naturaleza, criaturas que no solo desafiaban la comprensión sino que exigían un tipo de fortaleza y valentía que no estaba segura de poseer.

La risa de Alyssa rompió el hechizo de mis reflexiones. Su gesto de camaradería, pasando el brazo por encima de mis hombros, no lograba ocultar completamente el brillo de desafío en sus ojos. Era una mirada que decía: "Te veo, y sé de lo que eres capaz, incluso si tú misma lo dudas."

El Alma de RoseaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora