El sol descendía majestuosamente en el horizonte, pintando el cielo con una paleta de tonos dorados y rosados que parecían sacados de un lienzo celestial. Mientras el resplandor del atardecer bañaba la academia, yo continuaba mi frenética búsqueda por los pasillos y rincones, con el corazón martilleando con fuerza en mi pecho. Horas habían pasado desde que inicié mi búsqueda de Narael, pero cada paso que daba solo parecía aumentar mi ansiedad, haciendo que la preocupación por su paradero se clavara más profundo en mi ser.
—Si sigues corriendo de esta manera, no lo encontrarás. — La voz resonante de mi dragona cortó a través de mis pensamientos desordenados, arrancándome de mi frenesí. Nos encontrábamos en la serenidad de la llanura, lejos del bullicio de la academia. Me detuve un momento, jadeando por el esfuerzo, y la miré con frustración.
—¿Y qué sugerirías, inteligente criatura? ¿Acaso posees la ubicación de Narael en tu vasta mente? — pregunté con un tono sarcástico, sintiendo cómo la tensión se apoderaba de mí.
—Tengo mis métodos —respondió ella, su voz cargada de misterio, lo cual solo exacerbó mi frustración.
—Bien, lo necesito —admití, dejando escapar un suspiro cargado de preocupación. Aceptar que necesitaba a alguien en mi vida, especialmente a Narael, era un paso difícil para mí, acostumbrada a la soledad y a la independencia.
Mi dragona se aproximó a mí, su imponente figura irradiando una calidez reconfortante. Apoyé mi cabeza en la suya, sintiendo el suave roce de sus escamas contra mi piel.
—Técnicamente, para realizar un viaje extraoficial a Milrol, solo me necesitas a mí —comentó ella, su voz resonando en mi mente con una calma tranquilizadora.
—Lo sé, pero me preocupa que puedan lastimarte. Ya están molestos por haberme elegido como tu jinete —confesé, mi voz temblorosa por la preocupación que sentía hacia ella.
—Solo cumplo con el propósito para el que nací —respondió ella con calma, reafirmando una vez más su lealtad inquebrantable hacia mí.
—¿Ser montada por la jinete más temeraria del año? —pregunté con una risa nerviosa, intentando aligerar el ambiente con un toque de humor.
Su suave gorgoteo fue su respuesta, una melodía reconfortante que me tranquilizó al instante.
—Lo descubrirás cuando lleguemos. Además, quiero conocer tu hogar —dijo ella, cambiando abruptamente el tema de conversación, aunque era una desviación bienvenida.
La suave caricia sobre la cabeza de Galraa me reconfortaba, creando un vínculo entre nosotros que trascendía las palabras. Sin embargo, un movimiento en las sombras del césped me hizo levantar la cabeza bruscamente, alerta ante cualquier posible amenaza. Allí estaba él, un témpano de hielo verde, Xena, el compañero de mi dragona, el dragón de quien llevaba horas buscando. Cuando volví mi atención a Galraa, sus ojos afilados me miraban con intensidad, como si estuviera escudriñando mis pensamientos. ¡Maldita dragona enigmática!
Con la ayuda de Galraa, me encaramé sobre su espalda, instalándome en la silla básica de cuero que nos proporcionaban a todos los jinetes. No era la más bonita, pero cumplía su función, proporcionándome el equilibrio necesario para volar con seguridad.
Ver el valle desde la espalda de un dragón era una experiencia completamente diferente a correr por sus tierras. Desde esta altura, los árboles parecían pequeños arbustos, los pájaros se veían como diminutas siluetas en el cielo y los diferentes tonos azulados del mar a lo lejos eran visibles con claridad. Y volar... volar era una sensación indescriptible.
Cuando Galraa emprendió el vuelo, sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Era una mezcla de miedo y emoción que me hacía sonreír a pesar de todo. Íbamos ganando altura poco a poco, sin prisas, disfrutando del paisaje que se extendía ante nosotros.
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El Alma de Rosea
FantasyEn el albor de la creación, cuando el mundo aún se encontraba en el suspiro temprano de su existencia, dioses poderosos vagaban libremente por Rosea, un reino de belleza inconmensurable y magia pura. Estos seres celestiales, dueños de un poder antig...