Capítulo 5

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La parte superior de la cadena de montañas submarinas, una de las más extensas, era utilizada como resguardo para el gran palacio que se mantenía oculto entre sus cañones, escondiendo al mundo humano la maravilla de sus interior. En la parte inferior, el pueblo más capaz vivió fielmente, sirviendo a la corona. Aquellos que necesitaban la seguridad que ésta les otorgaba contra los buques pesqueros que atravesaban el Atlántico en busca de sus presas.

La habitación era la más luminosa de todas, Zucus se mantenía en el centro del recinto, el cabello de Wylla era el que adornaba su cabeza. Se mantenía estático, el agua que hubiera estado en un movimiento y constante vaivén estaba congelada. Parecía que el tiempo se había detenido desde que había pronunciado la pregunta que tanto atormentaba mi mente.

—No puedo verlo, mami —murmuró. Volviendo a abrir los ojos, permitiendo que el mundo que se había detenido se reanudará en ese instante.

Las mellizas se quedaron sentadas a mi lado, viendo cómo su hermana mayor terminaba de levantarse, sacudiendo sus faldas de arena imaginaría.

—No te preocupes —me alcé dando unos cuantos pasos para posar la mano sobre su cabello, acariciando con reverencia a mi heredada—. Hiciste lo que pudiste.

—Pude haber hecho más —farfulló, inconforme con sus habilidades. Mi niña de dotes extraordinarias, tocada por la diosa del futuro y el tiempo.

—Uno hace lo que puede y lo que está destinado a hacer. No puedes forzar tu mano sobre algo que sobrepasa tus límites. Eso solo lleva a una cosa.

—Destrucción —completo manteniendo un brillo de molestia en sus iris. No dije nada más, las palabras solían sobrar en nuestras conversaciones, en cambio, el silencio era nuestro amado compañero. Con todo lo que se debía hacer y dicho hecho, me retiré de sus aposentos. Seguida por los pasos de las mellizas, que últimamente me habían tomado como objetivo para imitar y perseguir.

Al caminar por los senderos abiertos al océano, observé a mi gente andar, kilómetros más abajo, como pequeños puntos que se mueven constantemente. Ellos son mi fuerza. Por ellos y mi familia es que haré todo lo posible para protegerlos.

Cuando sentí como dos manos se aferraban a mi falda deje de andar, con el paisaje submarino de fondo, preste atención a Ramsar.

—Tío Dylan malo, ¿Por qué? —la inocencia de su pregunta me conmovió y removió el rencor que le guardaba a mi hermano menor.

Se habían conocido hacía dos años, durante una de las reuniones que solíamos llevar a cabo y que ahora él tanto quería adelantar. En ese entonces, Dylan había mirado con desprecio a mis bebés, que se habían acercado con curiosidad ante el miembro de la familia del cuál nadie hablaba. Sus ojos se habían mirado durante una cuestión de segundos antes de que él simplemente realizase un sonido despectivo con su lengua.

—Saca a está pequeña mierda de a mi alrededor o lamentarás lo que le haré.

Esas habían sido sus palabras, y había sido Wylla, que a pesar de ese evento, seguía intentando encontrarle las buenas intenciones, quién había tomado a la pequeña en brazos, huyendo con Zucus y Sloan de las manos. Llevándolas lejos.

Ese día casi se desató una guerra, la tensión había permanecido, más fuerte y tensa que antes.

Puedo traer miles de recuerdos a través de los años del porqué odio a ese bastardo. El asesinato de la familia de Dalai. Es la razón principal y un secreto que me llevaría a la tumba. Fue un acto de envidia y rencor de su parte. Destrozó la vida de su hermano mayor sin una pizca de compasión. ¿Que le impide venir a matar y mutilar a la mía?

—Porque está podrido por dentro.

—¡Qué asco! —chillo Sloane, que se había mantenido a la distancia, pero atenta a la conversación.

Ramsar saco la lengua, asqueada. —Entonces sí que puede ser malo.

Tuve ganas de replicar su comentario, pensando que nadie debería tener suficientes razones para ser cruel. Dylan había nacido maldito, con el corazón contaminado con las garras de Malkai, un dios rencoroso de la guerra que ya no era adorado, pero que había dormido en su interior fue despertado por aquella mujer. Muchas veces me sentaba y pensaba en que hubiera sucedido si esa crueldad no hubiera despertado jamás.

Los dioses habían desaparecido hacía demasiado tiempo, apareciendo a través de sus conductores, personas tocadas por ellos. Cómo Zucus y mis hermanos. En el fondo agradezco que mis otras tres hijas no hubieran sido tocadas, el peso de cargar con semejante poder y responsabilidad.

Sloane se acercó a mí y unió sus cuatro dedos con los míos.

—¿Nos arropas mami? —preguntó con su voz aguda e infantil. Con ambas agarradas de mis manos podía sentir que un peso sobre mis hombros disminuye. Mí familia estaría bien. Los protegería con dientes y garras de ser necesario.

Dylan no les tocaría ni un mísero cabello.

Hijos del marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora