XIV. Lara

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Cuatro años antes

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Cuatro años antes

No podía negar que el paisaje era bonito. A sus pies se extendía un campo verde moteado por el blanco de la nieve que hizo a Lara pensar que así era como debía de sentirse un rey al observar todos sus dominios. No era un mal sitio en el que pasar la eternidad, aunque Lara tendría que conformarse con pasar la tarde allí, sobre el tejado de la iglesia nevada de San Cristóbal y con la mejor compañía que habría podido imaginarse.

Tan solo unos días después de conocerlo, Diego Olivares había aceptado su invitación y en aquel momento se encontraba sentado a su lado. Con una mirada mucho menos confiada que la suya propia, el chico, delgado y desgarbado, observaba el suelo como si lo importante fuera la caída y no lo bonito del paisaje. Lara sacudió la cabeza y rio. A pesar de las reticencias de Diego, hacía mucho tiempo que no se encontraba tan tranquila.

Con los ojos brillantes de la emoción, se sacó una tableta de chocolate del bolsillo y se la ofreció a Diego, que negó con la cabeza y se abrazó aún más las piernas si cabe. A Lara le costaba entender su actitud. Nunca sería capaz de empatizar con aquellos incapaces de vivir sin el miedo bajo su piel. El miedo a la oscuridad te podía impedir ver las estrellas, y ella no estaba dispuesta a pasar por una experiencia así. Apoyó las manos a los lados de su cuerpo y cerró los ojos, dejando que los rayos de sol calentaran su entumecido rostro. Diego echó un último vistazo abajo antes de preguntar:

—¿Seguro que no nos vamos a caer? Esto no parece muy seguro. Además, el hielo...

Lara soltó una carcajada en respuesta y tomó una onza de chocolate, gesto que provocó una mueca de disgusto en los labios del chico.

—No deberías tomar tanto dulce —le recriminó—. Te pueden salir caries. Además, ¿no se supone que las bailarinas tenéis que llevar una dieta muy estricta o algo así?

Con la mirada más inocente que fue capaz de fingir, Lara giró la cabeza hacia él. Tuvo que hacer acopio de todo su autocontrol para no sacarle la lengua a su nuevo amigo. Si no disfrutara molestando a la gente, que Diego la estuviera distrayendo de la tranquilidad del momento sería todo un fastidio.

—Oh, vaya. Disculpe, señor Olivares. No sabía que era usted un experto en el noble arte de la nutrición. ¿Está seguro de que no quiere adoptarme para asegurarse de que sigo una dieta equilibrada?

No pudo evitar carcajearse de nuevo al ver las mejillas sonrojadas del chico, que se cruzó de brazos y le dio la espalda.

—Sí, creo que voy a hablar con el Hogar para tramitar la adopción —añadió.

—No tiene gracia.

—Ya te digo que sí que la tiene.

Diego se giró de nuevo hacia ella, con el ceño fruncido.

—No hace falta ser tan...

Antes de que pudiera terminar de hablar, Lara lo detuvo con un gesto. Juraría que acababa de escuchar un ruido, similar al de un cristal rompiéndose. Si alguien llegaba a descubrirlos ahí arriba, el castigo que se llevarían sería histórico. Lara estaba acostumbrada a ello, pero no quería espantar a su primer amigo en años.

Nuestro último baile [EN PROCESO] #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora