Capítulo 10

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A mediodía, Vesta y su hijo, el cual bestia ropas oscuras casuales y sus inseparables espadas, recorrían juntos las calles de Orario.

Ambos se dirigían a la casa de Anna para ir juntos a verla, pues la chica estaba muy preocupada por el estado del Espartano.

Aunque solo había pasado un día desde el ataque, parecía que la situación estaba más calmada en la ciudad, aunque aún podía verse más patrullas de lo normal de la Familia Ganesha.

Hasta la llegada de su diosa, Bell había pasado el día ejercitándose y practicando el manejo de su espada.

No tenía nada que hacer, y su cuerpo se recuperaba rápido, así que no tuvo ningún problema para poder entrenar como siempre.

Después de todo, tras acabar con la quimera, Bell, agotado y herido de gravedad, fue llevado a las carpas que los sanadores de la Familia Dian Cetch en el centro de la ciudad para tratar a los heridos.

La propia Airmid, la capitana de Dian, atendió personalmente a Bell.

La hermosa chica de cabellos plateados se llevó las manos a la boca, impactada al ver el terrible estado del albino, con su cuerpo cubierto de heridas, sangre y quemaduras.

Pero pronto, la chica mostró su profesionalidad y se concentró en sanar a Bell.

Gracias a las excelentes dotes de la mejor sanadora de Orario, las heridas y lesiones de Bell fueron curadas y tratadas.

Por desgracia, algunas heridas y quemaduras fueron tan graves que iban a dejar marca, pero para Bell eso no suponía un problema.

Después de todo, era un Espartano, y para un guerrero de Esparta, las heridas y cicatrices producto de una batalla eran motivo de orgullo, verdaderas medallas de honor...

Durante el camino de ambos hacia la casa de los Claes, muchas personas los observaban, no por la curiosidad de ver a Vesta con su hijo.

En esta ocasión, eran miradas de respeto y admiración, sobre todo de personas originarias de Dédalo.

Muchos de esos civiles habían visto a Bell combatir contra los monstruos que invadieron esa sección de la ciudad, y a más de uno le había salvado la vida aquel valiente joven.

Varios transeúntes detuvieron a ambos, agradeciéndole el haberlos salvado a ellos y a su familia.

El albino recibió estas muestras de gratitud con gesto solemne, poco acostumbrado a estas muestras de gratitud.

-¡Oniichan!-

-¡Vaya, si eres tú, hijo de Vesta!-

Entre estas personas, estaba la pequeña niña chientrope que Bell rescató en el Coliseo.

La pequeña, que corrió hacia Bell al ver a este, venía acompañada de dos adultos chientrope.

Uno de ellos era una joven mujer, y junto a esta, un hombre que Bell había visto antes.

-Me alegro de verte, chico-

-¡Oh, es usted, Cosh-san!- Dijo Bell mientras recibía en sus brazos a la pequeña, reconociendo al líder del grupo de aventureros de Ganesha a los que salvó de un grupo de orcos.

-¿Como se encuentra, Cosh-san?-

-Estoy bien, y gracias a ti, mi hija también- Afirmó el aventurero -Me dijeron que fuiste tú el que salvó a mi hija, no sabes cuanto te lo agradezco, chaval-

-Cierto, gracias a ti, mi esposo y mi hija están vivos e ilesos, no tengo como pagarte lo que has hecho por nosotros, joven guerrero- La esposa de Cosh le otorgó una reverencia a Bell, al igual que Cosh

El Héroe de la GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora