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—Mamá, dime que recogiste a Fresh del preescolar

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—Mamá, dime que recogiste a Fresh del preescolar.

El adolescente hablaba por teléfono, mientras observaba sus dedos manchados de sangre.

—¿Qué? —Al parecer la respuesta que recibió no le gustó para nada, pues su ceño se frunció y más de ese líquido carmesí salió de su nariz—. ¡Hoy es lunes, te tocaba a ti! —Su tono de voz cambió por uno más severo—.  No te estoy gritando... ¡Basta, ahora no tengo tiempo para escuchar tus estúpidas excusas! Quédate donde estés, yo iré por ese niño. —Se levantó de la banca y agarró su mochila para luego irse corriendo.

Segundos después de que el chico se fuera, empezó a llover.

Quizás ya era suficiente por hoy. Dobló el periódico que andaba leyendo y se puso de pie con el fin de volver a casa.

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Siempre era el mismo callejón, siempre a la misma hora.

Las risas no faltaban, la violencia tampoco.

Era extraño ser un espectador en ese tipo de situaciones y no la víctima como años atrás.

Se sentía irreal.

Pero la sangre ni los quejidos de dolor eran imaginaciones suyas.

Los jóvenes no deberían comportarse de esa manera, no deberían ser tan crueles y arrogantes; sin embargo, lo son y lo peor es que ellos creen que no están haciendo nada malo.

Solo estamos jugando, dicen sonriendo. 

Oh, cuántas veces habrá escuchado esa frase...

Ya perdió la cuenta.

Vámonos, ya me aburrió este imbécil.

Les complacía tener el control sobre el estado físico y emocional de esa persona. Disfrutaban el sufrimiento ajeno y más si ellos eran quienes lo causaban.

Pero su saco de boxeo era un chico peculiar: no lloraba y se mantenía indiferente cuando lo acorralaban.

Quizás se cansen de él pronto.

O puede que sigan hostigándolo hasta que logren una reacción diferente de su parte.

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Cuando lo ve caminando por las calles, le es fácil perderlo de vista en la multitud.

⤜El espectador y la víctima⤛ NightGenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora