EL DESEO QUE CAMBIO EL TIEMPO.

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El ambiente indicaba paz, calma muy ideal para practicar yoga un ambiente muy diferente al que habia en una cabaña.

—Otra discusión más, y siempre es por el mismo motivo o debería decir por la misma persona. Si era por mi encarnación Kikyo —bufo fastidiado Kagome—. Nunca la podre odiar, pero lo que me vuelve loca es la poca seriedad de Inuyasha y su falta de madures. ¡Es ella o soy yo! —grite para mis adentros mientras hice un puño con la mano—, aunque no tengo el valor de decirlo abiertamente que lo amo, tampoco me rebajare a que pisoteen mis sentimientos. Por eso hoy me largo, al fin de cuentas la tiene a ella.

Sin duda la paciencia de Kagome habia llegado a su máximo limite, aguantar todo eso ya no podía tolerarlo más.

Acto seguido empezó a alistar sus cosas y a dar instrucciones sobre algunos medicamentos a su amiga que apoyaba lo que hacía.

—Siempre he sabido que Inuyasha no es el indicado y que no deberías sufrir —dijo seria, tomando la mano de Kagome —tu mereces a alguien que te ame.

La Miko asintió y respiro hondo para luego coger su mochila y dirigir su camino hacia el pozo, tenia en mente que al menos la distancia haría que el Inu la eligiera a ella y que fuera a buscarla en su tiempo.

Sin duda Kagome aún se cegaba en aceptar la realidad cuando a veces parecía que lo hiciera. Mas aun su lado ingenuo por el supuesto amor que sentía no la dejaban ver más allá.

Poco después de esto llego el monje Miroku que busco en la cabaña de la anciana Kaede a Kagome.

—¿Dónde está Kagome? —pregunto Miroku.

—La señorita Kagome se fue —respondió Shippo triste, pero a la vez enojado.

Inuyasha estaba en un rincón sentado sin siquiera pensar en ir a buscarla pensaba que solo era un berrinche.

—¡Viste lo que provocaste! —le grito la exterminadora muy molesta, colocando su mirada sobre el hanyou— Todo por ese cadáver —agrego a la vez que deseaba tirarle el hiraikotsu.

—¡Sango! No te refieras así a Kikyo, y es mejor que la inmadura de Kagome se haya largado —respondió indignado por como tildaban a su amada.

—¡Ay Inuyasha hasta cuando serás ciego!, ¿acaso no vez lo valiosa que es Kagome?, la vas a perder —le grito el kitsune— y todo por ese cadáver. Ve tras Kagome.

—¡Ya cállate enano! —grito para luego darle un golpe en la cabeza— si ella se quiso ir no es culpa mía —luego de decir eso se retiró con rumbo al pozo.

En su trayecto pensaba que podría convencer a la Miko a que se quede porque según su lógica la idea que traía en mente era razonable.

—Ella no se va ir, no lo permitiré, quiero que las dos sean mis mujeres. ¿Por qué no puedo tener a ambas? —dijo entre dientes mientras corría— ¿acaso es mucho pedir?

Y en ese momento pudo ver como Kagome estaba a escasos metros del pozo.

—¡¿A dónde crees que vas?! —grito obteniendo una mirada de susto, el cual cambio a uno de molestia en pocos segundos.

—¿A dónde más, no es obvio? —señalando el pozo con tono molesto— Tú tienes a Kikyo y ya no soy necesaria, si mal no recuerdas me quede en este tiempo por ayudarte con la recolección de fragmentos, pero ya vez todo ha cambiado —respondió rápidamente aun incomoda.

—Kagome —tomándola por la cintura—, no quiero que te vayas, quiero que te quedes conmigo, quiero que seas mi compañera, la madre de mis cachorros —clavando sus ojos ámbar llenos de pasión en la mirada de sorpresa de la miko.

—Inu... —respondió apenas porque su corazón iba a mil por hora— Inuyasha no bromees por favor —agrego en medio de su incredulidad.

Es que la verdad veía en rostro de su amado Inuyasha sinceridad y mas sus ojos centellaban amor, pasión o mejor dicho lo que ella pensaba que emitían aquellos ojos. Y peor que el mundo parecía detenerse y sentía que la mano del hanyou tocaba con ternura su rostro.

—Nunca lo haría —dijo acercándose lentamente a sus labios.

—¡Me eligió a mí y no a ella! —grita de alegría en su interior— ¡el me ama, el vino por mí!

—Inu... Inuyasha —balbuceaba y sintió el roce de sus labios.

En ese momento ambos se fundieron en un beso que para ella definitivamente era que la eligió a ella y que ahora le dio seguridad. No paso mucho y el hanyou de nuevo hablo.

—Kagome, hay algo que deseo que aceptes —dándole un abrazo, sintiendo como el corazón de aquella muchacha latía desesperadamente.

—Dime ¿qué es?, puedo aceptar lo que pidas —respondió y pensaba que seguro era para vivir juntos.

—Sabía que dirías eso —dijo algo nervioso obteniendo su mirada—. Bueno Kagome sabes que a Kikyo le hice una promesa y no puedo dejarla —viendo como Kagome, cambiaba su alegría por una lúgubre aura, que significaba un enojo muy grande— la verdad es que yo las amo a ambas, sé que es difícil de entender lo que siento.

Ni contar hasta un millón harían que Kagome se calme, ella era un volcán en erupción en ese momento. Todo eso habia pasado los límites, era un cinismo de parte del hanyou. No entendía como pudo si quiera decir todo aquello.

—¡¡Eres un egoísta!!, ¿cómo pretendes que yo acepte eso? —gritando en principio, pero trato de calmarse para luego hablar y su voz era claramente de decepción—, ¿acaso piensas que soy esas mujeres que comparten a sus parejas? —la mirada de colera y decepción se clavó en los ojos ámbar, deseaba matarlo, pero no quería ensuciarse las manos y menos con él.

—¡Tú eres la egoísta que no me puede compartir! ¡Entiende que se lo debo!, primero la ame a ella. Tu llegaste después —grito ya el hanyou, alejándose unos pasos—. No tienes derecho a reclamar nada, es lo único lugar que puedes tener, ser la segunda. Además, sabes que Kikyo no vivirá mucho, ¿qué te cuesta sacrificarte por mí? En verdad creo que no me amas —dijo con tal descaro el hanyou, que ya sujetaba de los brazos a Kagome.

—Eres un descarado como ninguno ¡que te has creído! —grito muy colérica y exploto porque invoco aquel conjuro— ¡abajo! ¡abajo!, ¡nunca me vuelvas a buscar! Eres un caso perdido como desearía que tu padre te hubiera educado y al menos quizás así, no serias un inmaduro, un indeciso, un vil descarado. Hasta nunca Inuyasha.

El mencionado yacía en un hueco muy profundo después de las más de 10 veces que Kagome habia invocado el conjuro. Y hablando de nuestra miko ella en verdad habia deseado que al menos hubiera sido educado y que tal vez no sería lo que ahora es, un inmaduro y descarado.

Y ya en el borde del pozo no miro atrás a un maltrecho hanyou, solo quería olvidarse de él y quedarse en su tiempo.

—Destruiste el amor que te tenía —hablaba para ella misma mientras saltaba dentro del pozo— pensé que realmente me amabas y no, saliste con todas esas barbaridades. Ojalá y seas feliz —concluyo su oración y cuando abrió los ojos casi se cae para atrás.

Bien por MalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora