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Nico

Contemplé el planeta Mukhana, lleno de inquietud. Desde la distancia, parecía bastante inocente. Los planetas siempre lo parecían. Nunca se podía saber desde el espacio qué habría allí abajo, aparte de la geografía.

Este giraba lentamente, el hermoso oro de un desierto brillaba con una gruesa raya púrpuraque lo atravesaba como una cicatriz. Vegetación, supuse. También se veían algunas montañas, pero la mayor parte del lugar era desierto.

Prepárate para el tiempo, había dicho el general Valterri Bottas . Sin embargo, no me importabaun poco de calor. Después de tantos años como marine espacial, muy pocas cosas me molestaban. Cada incomodidad era simplemente un ejercicio de disciplina. A veces había que esforzarse al máximo y seguir adelante, incluso en medio de explosiones, con barro bajolas uñas y sangre encharcada.

Me tragué las imágenes repentinas, con los dedos clavados en la carpeta de papel que tenía en la mano, de repente desesperad por volver a leer el informe.

Me aparté de la ventana y de la inmensidad del espacio para dirigirme a mi habitación. Consciente de las cámaras del pasillo y de que siempre había alguien vigilando, caminé con cuidado, ocultando la persistente cojera, hasta llegar a mi puerta.

En cuanto se cerró tras de mí, me desplomé, tropecé con la mesa y me invadió una sensaciónde pánico que, por desgracia, últimamente me resultaba cada vez más familiar.

-Maldita sea, -murmuré, dejándome caer en la silla.

La pierna me temblaba por el esfuerzo de fingir estabilidad. Era más fácil cojear, aunque luego me doliera más. Pero tenía que mantener la compostura hasta que estuviera en el planeta y nadie pudiera discutir mi presencia.

Con manos temblorosas, abrí la carpeta.

No estaba acostumbrado al papel, pero todos necesitábamos copias de la información, y los nassa, la raza alienígena nativa de allí, no utilizaban mucha tecnología. Sería un poco de adaptación, pero esa parte no me importaba. Me quedé mirando la foto del joven en la primera página. Sergio "Checo" Pérez era básicamente un caso de estudio. Había sido secuestrado por los nassa y se había casado con uno de ellos antes de que se pudiera organizar un rescate.  A pesar de ello, había elegido permanecer en esa situación. 

A mí me sonaba a Estocolmo, pero de alguna manera todos habían estado de acuerdo.

En su foto de identificación, pude ver en sus afilados ojos cafés la misma mirada perspicazque tenían la mayoría de los marines espaciales. Estaba acostumbrado a estar alerta. Y tenía que tener pelotas. Cualquiera dispuesto a ser la primera persona en reunirse con una raza alienígena tenía que tenerlas.

Cómo había acabado renunciando a tanto para quedarse en su planeta y establecerse con el alienígena que lo había secuestrado era un misterio para mí. No entendía por qué siempre sepasaba por alto. La gente se distraía con el hecho de que ahora estaba embarazado... y sí, eso era... preocupante, como mínimo. Pero en realidad, debía haber algo más que eso. Tal vez el nassa podía hipnotizar a la gente. Tal vez le habían lavado el cerebro y necesitaba ayuda. Los nassa eran intimidantes y enormes comparados con nosotros. Todo lo que podía pensar era que eran demasiado parecidos a los leoninos. Era imposible que alguien quisiera...

Me estremecí, consciente de repente de lo fuerte que temblaba y de lo entrecortada que era mi respiración. 

-Joder. Contrólate. -

Ese era básicamente mi mantra hoy en día.

No hace mucho, había estado tan seguro de mí mismo. Tan seguro, en cada situación. Había confiado en mí mismo y en mis habilidades. Ahora, era difícil siquiera pensar en ir al planetaal que nos acercábamos sin cagarme encima.

Pero tenía que hacerlo. Literalmente, no tenía otra opción.Las palabras del general resonaban en mi cabeza. Después de días de discutir la decisión de obligarme a jubilarme anticipadamente, me dieron esta única opción: ir a Mukhana, ayudar aconstruir y tripular la nueva base del ejército allí, y me mantendrían.

De eso era capaz. Trabajar en el bar o vigilar era factible. Y los nassa no estaría allí todo el tiempo, me recordé. A menos que saliera de la base, probablemente ni siquiera los vería.

Tragué saliva, conseguí llegar a la cama y me tumbé en ella, mirando el techo gris y vacíomientras obligaba a la lógica y a los planes venideros a calmarme.

Mañana aterrizaríamos. El consejo alfa abordaría nuestra nave. Elegirían a los omegas y luego darían el visto bueno a todos los demás para ir a Mukhana. Se me encogió el corazón al pensar en los alfas abordando, pero no era mi trabajo determinar quién estaba a salvo o no.

Todos parecían estar seguros de que no correríamos peligro, así que tenia que confiar en ello.

Mientras tanto, tenía que estar preparado. Tenía que mantener la cabeza alta y entrar en el planeta como si nada pasara.

Hace mucho tiempo, le había hecho una promesa a mi madre. Durante años, todo lo quehabía hecho había sido por esa razón y no pensaba cambiarla ahora. 

Claro, me habían herido en la última batalla y sí, tal vez estaba un poco traumatizado, pero mucha gente lo había pasado peor que yo. Sólo tenía que recordármelo a mí mismo. 

-Esta es la única manera, - me susurré. -Ve a Mukhana y preocúpate del resto después. - 



The Aliens Runaway Omega IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora