Capítulo 40: La Danza Inacabada

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Bastián Luc reanudó su viaje hacia la ciudad, llevando consigo el espejo como un testigo silente de su propia travesía interna. La carretera se extendía ante él como un lienzo en blanco, esperando ser marcado por las decisiones que aún debía tomar. Las sombras del pasado, aunque disminuidas, persistían en la penumbra de su existencia.

A medida que se acercaba a la ciudad, las luces parpadeantes se multiplicaban, como estrellas en una danza celestial. La dualidad de su ser resonaba en cada rincón de su mente, entre la luz fugaz de la redención y las sombras que se aferraban a sus talones.

Al llegar a su estudio, Bastián colocó el espejo frente a su caballete, como si estuviera invitando a la reflexión profunda. La danza macabra de su pasado parecía inacabada, una sinfonía que se prolongaba en el tiempo. Tomó un pincel y se enfrentó al lienzo blanco, contemplando las sombras que se proyectaban desde el espejo.

La sinfonía de la Danza Macabra de Camille Saint-Saëns resonaba en el estudio, una melodía que había acompañado cada uno de sus actos oscuros. La pintura, aún en proceso, capturaba la dualidad de su propia alma, como si el lienzo fuera un reflejo de su viaje interno.

El próximo capítulo de la vida de Bastián Luc se desenvolvería en las pinceladas que aún debía trazar. La danza inacabada entre sombras y luces se prolongaba, y la ciudad, con sus luces parpadeantes, aguardaba a un hombre cuya redención se entretejía con cada trazo de su propio destino.

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