Antes del caos

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-¡No seas egoísta!-se quejó arrancando el control de mis manos. Antes de detenerme a protestar ya estaba corriendo lejos de mí, cambiando la televisión de canal y poniendo su ridícula serie de personajes fantasiosos.

-¡Quita esa estupidez!

Salté encima suyo, atasque mis uñas en sus manos como si fuera un gato enojado e intenté volver a tomar el aparato, pero sus ridículamente sexis brazos me impedían actuar de ladrona.

-Sigue rasguñándome así y solo lograrás que me excite.

Abrí los ojos con sorpresa.

Su aliento me golpeaba los labios.

Estaba colgada de su cintura, forcejeando contra su dulce piel, mientras lograba que cada centímetro de nuestras almas se saludara nuevamente. Y cómo si no hubiéramos quedado saciados después de la deliciosa ducha que habíamos tenido, nuevamente cada rincón de mi cuerpo rogó tenerlo encima suyo.

-¿Es una amenaza?

Sonrió y ese simple gesto fue suficiente para bajar todas mis defensas.

Solo él podía causarme eso.

Solo él tenía el potencial de hacerme olvidar que había quitado mi película favorita para poner sus caricaturas cursis.

-¿Quieres estrenar el sofá?

Acercó su boca a la mía y mis manos comenzaron a ceder en aquella guerra perdida. Lo siguiente que sentí fueron sus labios: dulces, suaves, calientes y excitantes.

Después sentí su lengua, y antes de darme cuenta ya estaba doblegandome, abrazándole el cuello, mientras ambos saboreábamos cada centímetro que se fue restando entre el sofá marrón y nuestros cuerpos.

¿Jamás me cansaría de eso?

Creo que no.

Nunca podría cansarme de su boca.

E incluso en la muerte, sabía que terminaría buscando la manera de entrelazar nuestras almas para volver a amarnos en la otra vida. Quizás él fuera la rosa y yo la mariposa; él el estanque y yo el pez; él el veneno y yo la copa; él la tormenta y yo la lluvia.
Quizás le amara unas mil vidas después e incluso entonces no me fuera suficiente.

Y ahora, ¿qué hago yo con este amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora