Capítulo 6

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Tengo un "te extraño" en la punta de los dedos que no voy a escribirte por miedo a que no tengas un "yo también".

Una noche sin café.

Shelly y Jenn eran amigas desde la secundaria. Dormían juntas, leían los mismos libros, tenían las mismas alergias... y se habían acostado con los mismos chicos, pero esa ya es historia para otro día.

Ella era famosa por haber sido la capitana del equipo de las porristas, la más inteligente de su curso y se consideraba un arte su capacidad para beber tequila sin sufrir un coma etílico.

Quizás por eso no me sorprendió que estuviera muerta de la risa, colgando de una cuerda rota, mientras los rescatistas la ayudaban a salir de ahí.

A pesar de no haber caído al suelo sufrió un buen golpe y todas las damas de Jenn, junto con la propia Jenn, subieron al helicóptero que los sacaría de la isla para llevarla al hospital.

La cara de seriedad que todos llevábamos era un poema. Parecía que habían regañado a la familia completa, y ahora nadie se animaba a continuar el festejo, como si de alguna forma eso fuera a faltarle al respeto a la herida de Shelly, aún cuando ella misma nos imploró que no nos detuviéramos con las actividades, como si temiera arruinar el itinerario de ese día.

Teníamos que agradecerlo a su estado de embriaguez y a su siempre presente buen humor, porque yo los hubiera mandado al infierno a todos juntos si la herida hubiera sido yo.

—Sé que un accidente puede poner nervioso a cualquiera—comenzó la tía Nel con las manos temblorosas, mientras Santiago, a su lado, le daba ánimos—. La linda Shelly ya será atendida por los doctores, estamos seguros de que solo son unos cuantos rasguños y el parque prometió darnos gratis el resto de las actividades así que no hay que desperdiciarlas.

Los ojos de todos se abrieron cuando dijo la palabra "gratis".

—Por ahí hubieras empezado, hija mía—dijo el abuelo mientras se bajaba los lentes de sol—. Llévenme a la playa, que vi a unas europeas preciosas en traje de baño.

—¡Papá!

Lo regañó la tía Nel, pero solo causó que él soltara una risa descarada.

—Andando y que no se te olvide mi aparato para la presión.

La familia se dividió. Unos cuantos se fueron con el abuelo a la playa, otros corrieron a hacer snorkel y los niños se fueron como manada al área de juegos.

—¿Vamos por unas copitas?—sugirió Kathleen mientras encogía los hombros.

James estaba a lado de ella y aunque no era un mal tipo, algo me dijo que no se nos iba a quitar de encima.

—Necesito unas con urgencia.

—¿Puedo acompañarlos? Me han dejado solo.

Quisiera decir que eso lo dijo el señor comercial de Calvin Klein, pero no, la voz venía de la espalda de Kathleen justo donde se veía a Santiago caminando hacia nosotros.

Los tres lo volteamos a ver. James con una neutralidad que no supe descifrar, Kathleen a punto de preguntarle por su vergüenza y yo... queriendo salir corriendo.

—No.

—Sí—agregó mi amiga con una sonrisa que me hizo voltearla a ver con el infierno ardiendo en mi interior.

Y ahora, ¿qué hago yo con este amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora