Capitulo 8

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Y qué mi ausencia te dé la paz que mi amor nunca pudo.

En el pasado

—¿Alguna vez has pensado en el futuro?

La voz me salió aplastada por el pecho de Santiago.

Era nuestro día libre. Un sábado cualquiera tumbados en el sillón de la sala de estar, proclamándonos indestructibles en aquel abrazo que era más fuerte que cualquier otro sentimiento que un humano cualquiera podía manifestar jamás.

Cuando él me abrazaba no había lugar en el mundo más protegido que mi propio cuerpo. Nada podía hacerme daño, nada podía romperme, nada podía lastimarme.

Aquel lugar en el hueco de su pecho era el sitio donde quería pasar el resto de mi vida.

—Todo el tiempo—su mano acariciaba mi cabello con suavidad.

Ronronee abrazándolo con más fuerza.

Habíamos pedido comida china para ver una película en pijama, y pasar el resto del día así, calientitos uno contra el otro.

—¿Y qué miras en él?

Sonrió contra mi frente.

—A ti, también miro a Max y una casa con un patio grande para que pueda tener cachorros.

El latido de su corazón me acariciaba el rostro.

—Con árboles frutales.

—Y una hamaca.

—Y una biblioteca.

—Y habitaciones para nuestros propios cachorros.

La risa le ganó a la sensación cálida que me cubrió completamente. Era como si cientos de cosquillas me recorrieran el cuerpo, desde los dedos chiquitos de los pies hasta el sitio en mi frente donde descansaban sus labios.

—¿Nuestros propios cachorros?

¿Por qué me sentía tan feliz de escuchar eso?

Santiago asintió, tomó mi barbilla y la levantó hasta que nuestros ojos se encontraron.

—Quiero una niña con tu mirada de pulga—su rostro brillaba con sinceridad.

—¿Lo dices enserio?

—Muy enserio. De hecho, quiero muchos hijos contigo.

La sola idea era una avalancha de emociones que me dejaron mareada. Antes de darme cuenta, Santiago ya me había puesto encima suyo con un movimiento tan veloz, que tardé en entender que ahora estaba sobre su pecho y su boca acariciaba mi vientre.

—Comencemos con Leslie—susurró contra la piel que descubría la blusa de mi pijama.

—¿Leslie?

—Siempre me ha gustado—dejó un pequeño beso sobre mi vientre—, y apuesto a que a esta bella bebé también le gustará.

Esa imagen era tan dulce que seguro se quedaría grabada en mi mente para toda la vida.

—Aún no hay nadie ahí.

Y ahora, ¿qué hago yo con este amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora