Capítulo 3

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Nos vemos cuando el destino tenga ganas de juntarnos, mientras tanto cuídate y se feliz.



En el pasado

—¿Un perro?

Sus ojos me veían con ternura y cierta chispa juguetona mientras asentía como un niño pequeño.

—No es cualquier perro.

Crucé mis brazos mientras un largo suspiro me escapaba por la boca. El apartamento era pequeño, apenas estábamos acomodando nuestras cosas, ¿no teníamos espacio para una planta en la sala de estar pero si para una de esas cosas apestosas?

—¡Fue el destino, pulga! Yo estaba en una de mis clases en línea de la universidad cuando una compañera tomó la palabra y dijo "perdonen el ruido, mi perra acaba de tener cachorros", entonces le mandé mensaje para saber qué raza eran y ahora tenemos que ir a elegir uno—sonrió enormemente como si fuera inocente en aquella traición.

—Me niego rotundamente.

—No te estoy preguntando. Te aviso que iremos por él. Bueno, a elegirlo, porque aún está pequeño y no podremos separarlo de su mamá hasta que...

—No, Santiago.

—¡Pero es un husky!

—¡Aún peor! Esa bestia me comerá viva.

—Es un bebé.

—No lo será por mucho tiempo.

—Pero...

—Que no.

—¿Y si hago la cena de esta noche?

—Aún así la harás.

—¿Y si te convierto en mi cena de esta noche?—acercó peligrosamente sus manos a mi cintura. Diablos, siempre caía ante ese cálido apretón de sus dedos y más aún cuando me veía los labios con deseo.

—Estás jugando sucio.

Sonrió de lado y acercó tanto su rostro que su olor fue un deleite para mis sentidos.

—¿Quieres que juguemos sucio?—utilizó el doble sentido en mi contra y antes de darme cuenta ya estábamos en una tienda para mascotas comprando un pequeño collar azul, que fácilmente podía utilizar como pulsera. Era una cosa bastante diminuta, pero aún así le quedaba grande al pequeño cachorro que Santiago eligió con toda la emoción del mundo.

—Se llamará Max—anunció envuelto en un brillo que me calentó el alma.

—¿Cómo el dragón de tus caricaturas ridículas?

—Ese mismo—asintió riendo.

Odiaba a los perros, pero la felicidad que desprendió en ese momento fue la única causante de que deseara comprarle una docena solo para él.

—Tómalo—me lo tendió como si presumira su juguete nuevo.

Lo acepté con una mueca que poco a poco se convirtió en incertidumbre. Aquella bolita de pelos era suave, tierna y soltaba baba mientras jugaba con el collar que le quedaba enorme. Sonreí. Y con ese gesto la incertidumbre pronto se volvió aceptación.

—Bienvenido a la familia, Maxito.

~•~

—No puedes llevártelo—las lágrimas corrían con desesperación por mi rostro. Estaba ahí, sentada en el sofá mientras apretaba las piernas contra mi pecho, llorando desconsoladamente mientras veía como la vida que había construido con amor se desplomaba frente a mis narices.

—Jamás estás en casa, Valentina. No podrás cuidarlo.

Ni siquiera me volteó a ver. Sus manos seguían empacando con rapidez mientras aquella máscara de frialdad le cubría el rostro. No me veía. No me hablaba. Y ahora se dirigía hacia mí con mi nombre, cosa que jamás había hecho, ni siquiera en el principio.

—Lo cuidaré, haré lo que sea necesario para que esté bien—imploré perdiendo las pocas esperanzas que me quedaban.

—Max es mío.

—¡Es nuestro!

—¡Tú jamás lo quisiste!—escupió las palabras mirándome por primera vez en días. La realidad me golpeó de pronto cuando en aquellos ojos donde antes encontraba paz, ahora sólo veía sus ganas de querer alejarse de mí.

—Yo lo amo. Yo te amo.

En una esquina de la habitación Max jugaba animosamente con un peluche roto cuyo relleno se esparcía por el piso. Lo hacía sin enterarse de cómo su vida estaba a punto de cambiar de una manera drástica.

—Ya no es suficiente.

Y aunque esa no fue nuestra última discusión, ni el punto final de aquella relación, si fue la última vez que miré a Max.

No volví a pasearlo por el parque, ni a darle sus baños donde me dejaba toda mojada. Jamás le llene su plato nuevamente, ni nos sentamos frente al televisor a ver películas.

No miré su primera camada de cachorros ni estuve a su lado cuando aquel pequeño collar azul se convirtió en uno más grande.



No miré su primera camada de cachorros ni estuve a su lado cuando aquel pequeño collar azul se convirtió en uno más grande

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Primera foto de Max

Y ahora, ¿qué hago yo con este amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora