Capítulo 34.

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Un estruendo proveniente de la última Torre De Luna, la que por milagro había permanecido intacta, hizo a Daren volver a la realidad, lo que lo obligó a extender sus alas y levantarse del suelo con un simple aleteo

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Un estruendo proveniente de la última Torre De Luna, la que por milagro había permanecido intacta, hizo a Daren volver a la realidad, lo que lo obligó a extender sus alas y levantarse del suelo con un simple aleteo.

Estaba más que dispuesto a salvar a su mejor amigo, a pesar de que ahora tenía oscuridad por todo su cuerpo, haría lo posible para regresarlo a la normalidad, sí tenía que matarlo. Sí tenía que liberarlo de aquel terrible tormento, lo haría sin pensar.

No iba a seguir permitiendo que Arael le hiciera más daño a Seph.

No iba a dejar que ese idiota lo matará.

Supo que estuvo mucho tiempo sentado, pensando en aquellos recuerdos lejanos, cuando se encontró con los guardias, que alguna vez protegieron la entrada de Celesty, muertos. Uno de ellos, con la mitad de su rostro cubierto de oscuridad. Sí se suponía que habían sido llamados para estar en otro lugar, no ahí, en dónde la penumbra dejaba destrozos a su paso.

La manera cruel en que los espectros manipulaban la oscuridad era tan devastadora que sintió lástima por ellos.

Daren siempre creyó que los ángeles de alto rango eran unos estúpidos por permitir que chicos, que apenas sabían sobre la oscuridad en el mundo, estuvieran en la vigilia. Celesty nunca debía tomarse a la ligera.

Esperaba que con esa invasión, los miembros del consejo tomarán más en serio su trabajo.

Daren golpeó a uno de los guardias con el puño, lo vio demasiado cerca de él que lo hizo darse cuenta que no estaban del todo muertos. Arrugó la nariz cuando una mezcla extraña se quedó en su mano derecha y luego, como sí algo se hubiese activado en su cabeza, sacudió el brazo con desesperación.

—Qué asco... —dijo cuando la viscosidad cayó al suelo.

Estuvo a punto de correr, cuando se dio cuenta de que su espada había desaparecido.

Recordó que cuando Arael lo lanzó contra los escombros, dejó caer la espada entre lo que parecía ser un hueco oscuro y estaba demasiado perdido en sus propios pensamientos como para recuperarla.

Ese dolor en el pecho le era tan inevitable de sentir.

Mirar a Seph de ese modo, le hizo odiar a Zadkiel por no dejar que fuera en su búsqueda.

Odio al rey por las reglas tontas que había puesto en el palacio, solo porque sí.

Y sobre todo, odio al consejo por no saber dar buenas indicaciones.

Pero todo eso, todo ese coraje se lo guardaba a Arael, por encerrarlo, por burlarse de él, mientras Seph salía herido debido a la oscuridad. Odiaba a ese superior por eso y mucho más.

—Maldita sea... —Daren dejó salir un suspiro de fastidio.

Le dio una patada a un pequeño escombro que seguro era parte de una Torre, se hizo a un lado, usando la fuerza de sus alas, cuando escuchó los al sabueso acercarse a él.

Dareph -Wattys 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora