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❝XI. The three kings of Tokyo❞
—Debería irme. —Shintarō soltó en un resignado suspiro, dejando un tierno beso en la frente de la joven que descansaba en su pecho.
—¿Tú crees? —preguntó adormilada, aferrándose más a él.
—No estaría bien que tus padres y tu abuela me vean aquí. ¿Que dirán? Nos hemos ignorados meses, ¿Y aparezco a si de la nada? —inquirió el. Ella solamente suspiro, se impulso con sus palmas para unir sus labios con los de el.
—Sí así lo deseas. —Soltó resignada. El sonrió tiernamente tomándole desde las mejillas, dejando suaves besos desde su frente hasta sus labios donde sus besos perduraron más.
—Volveremos a vernos, ¿Si? Se paciente. —Se alejo un poco, ella se alejo y se tapo por completo con las sábanas observando en silenció como este se levantaba de la cama dirigiéndose a tomar sus lentes y comenzaba a buscar sus ropas, comenzó a vestirse, viendola de reojo.
—Nos enfrentaremos... —Dijo y el guardo silencio mientras se subía los pantalones. —No seas blando. —dijo firmemente, irguiéndose, para sentarse y verle.
—¿Huh? ¿Creías que iba a ser blando luego de esto? — pregunto divertido. Ella le miro con una expresión desinteresada, subiendo la sábana para cubrir su pecho desnudo. Vio como este se inclinaba y tomaba sus ropas superioras.
—No, pero quería estar segura. Créeme, Kagami y yo no seremos blando contra Shutoku. —Afirmó ella tanteando el terreno. Midorima le observo fijamente mientras abrochaba sus botones de la camisa.
—¿Kagami, eh? ¿Es el pelirrojo, no? —alzó una ceja. —¿Es tu nueva luz? —ella asintió y el solamente suspiro, colocándose por completo sus ropas. —Nos vemos, debo irme antes de que sea más tarde. —dijo con un tono desinteresado, se acercó para dejar un beso en la coronilla de ella que cerró sus ojos para disfrutar de aquel beso.
—Te amo—susurró y el sonrió, acariciando sus cabellos.
—Yo también.
[ ¡ 💌 ! ]
—Buenos días, papá, mamá. — Saludo sentándose frente su padre que parecía muy interesado en leer el periódico.
—Buenos días, cariño. —dijo el, alzando su mirada hacia ella. —¿Tuviste visitas anoche? —pregunto y ella se tenso, sus manos que se dirigían para tomar los palillos se detuvieron en seco.
—¿Disculpa? —el le miro inquieto.
—¿No tuviste visitas anoche? Habían un par de pantuflas extra. Supuse que tuviste visitas. —dijo el y ella se tranquilizó tomando los palillos con más seguridad.
