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❝XIV. confusion❞
—Estás comiendo más de lo habitual— examinó la joven, mientras veía a su amigo meterse el sándwich en la boca de una simple y gran mordida. Lo vio darse media vuelta con el ceño fruncido mientras masticaba.
—Tuvimos dos juegos consecutivos ayer, genia—rodó los ojos después de tragar con fuerza, tomo el cartón de su mesa y sorbió el líquido del interior, deleitando a su garganta con el fresco y dulce líquido—. Normalmente quede agotado —señaló cansado mientras observaba la mesa de la fémina disfrazada crispándose al ver solamente dos rebanadas de sándwich, que realmente eran uno entero—. ¿No crees que comes muy poco?
—Yo quede adolorida— dijo mientras ignoraba olímpicamente su pregunta, haciéndolo gruñir en respuesta, indignado.
— ¿Y que rayos se significa eso?— preguntó curioso, aunque miró hacia el techo y reflexionó—. Bueno, realmente ahora que lo pienso, yo también.
Cuando iba a bajar su mirada, una voz femenina los llamó, así que miraron hacia la puerta de su salón, su Senpai les sonreía mientras llevaba dos cajas de cartón.
—Perfecto, vengan ambos —los llamó con voz risueña, eso directamente fue una clara señal de que debían de escapar, pero, aun así sus instintos le gritaban que debían obedecer, sin embargo, todavía tenían miedo de su entrenadora.
Se levantaron de sus respectivas mesas y salieron del salón, Riko les sonrió con afecto mientras fulminaba discretamente al pelirrojo que no comprendía la indirecta, la peliceleste lo miró con burla destellante en sus ojos, pero no le indico a Kagami lo que debía de hacer.
Kuroko más bien, observó de soslayo a su entrenadora, si bien el equipo parecía estar bien, la verdad era que todos estaban agotados por los dos juegos anteriores, incluso, lo de primer año tuvieron participación en el juego, y pudieron ver la dificultad que sus senpais enfrentaban a diario.
—¿Qué esperas, Kagami-kun?— un escalofrió recorrió la espina dorsal del joven, quien se balanceó hacia adelante y atrás en el momento en el que la castaña lo embistió con las cajas, dándole una silenciosa orden de cargarlas y seguirla.
—¡Estoy dolorido! ¿Por qué eres tan cruel?— soltó un claro quejido de descontento, Riko hizo oídos sordos y Kuroko llevo una de sus manos a su boca para ocultar la sonrisa divertida que se formó en su cara—. Y además, ¿Por qué soy él único que carga las cajas?— gruñó mientras miraba a su compañera de lado, ella lo ignoró, pero Riko parecía dispuesta a refutarlo.
—¿Acaso deseas que una dulce chica tome esas feas y pesadas cajas? ¡Nunca creí que fueras de ese modo, Bakagami! —el pelirrojo se dijo a sí mismo que era mejor ignorarla a que seguirle el juego, pero no pudo evitar crisparse y enfadarse antes esas palabras: "Dulce chica". ¡Esas dos eran cualquier cosa menos una dulce chica!—. Además, eres muy fuerte, no es un problema para ti, muchacho.
