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XV.
—La entrenadora lo habrá olvidado —señaló hacia el DVD en el banquillo, él solamente se dejó guiar y vio como lo tomo en su mano libre, leyendo en voz alta—. Seiho contra Kitawada juego cinco, preclasificación —leyó y miró hacia él, quién parpadeó y una sonrisa llena de convicción se formó en su rostro.
—Kuroko —canturreó y ella se estremeció mientras algo le decía que sería una pésima idea, aun así, aceptó en silencio, soltando la muñeca de él, quién chasqueó su lengua disgustado.
En cuestión de minutos estaban observando el juego, Kagami parecía emocionado mientras Kuroko los observaba en silencio y con frialdad. Naturalmente, podía ver porque eran llamados uno de los tres Reyes. Y no entendía porque uno de los milagros no fue a Seiho.
Eran bastantes buenos en la defensa, Murasakibara hubiera quedado muy bien allí, pero también comprendía un poco, utilizaban movimientos pre-entrenados, y Murasakibara utilizaba los movimientos que el quisiera, además de que él era indomable.
Kuroko observaba a un lado de Kagami, quien tomo asiento en el banquillo frente al televisor, observó, con su rostro en su palma y una brillante sonrisa en su rostro. Kuroko lo observó en silencio, repartiendo ocasionalmente sus miradas entre el televisor y Kagami, al ver al pelirrojo sus mejillas tomaban un tono rojo vivo, ¿Por qué hizo algo como eso?
Seguramente ahora, Kagami estaría pensando que ella era un bicho raro o algo peor, que ella era una muchacha promiscua. Sus orejas se tiñeron de rojo y ella apartó la mirada de él, mirando al número diez de Seiho, le parecía conocido, pero no era buena recordando a personas X en su vida.
—Son bastante buenos, ha de admitir. Pero hay algo que no me cuadra —por fin habló el pelirrojo, la muchacha se sorprendió y exaltó al oír su voz, pero se golpeó mentalmente antes de responder en un tono bajo.
—Los de Seiho tienen prácticas especiales. Son excepcionales en la defensa y en su desplazamiento— contestó, él hizo el sonido afirmativo como única respuesta, demasiado interesado en el juego, y a la vez, en un vano intento de disfrazar sus nervios al oír su voz—. La defensa de Seiho es la mejor de Tokyo —informó a su luz, que, ignorando sus palabras, se centró en observar a un jugador en especifico.
Ambos sabían que deberían de comenzar a actuar con normalidad, de nuevo, por que el equipo se daría cuenta con facilidad de sus cambios de personalidad, que fueron bastantes bruscos. Kuroko estaba avergonzada de la tontería que hizo por impulso, y Kagami, en su propio mundo, se batía a duelo en su mente para debatir si pensar en Kuroko o ignorarla y centrarse por completo en el básquetbol, al menos, hasta que venza de una vez a la famosisíma e infame Kiseki No Sedai.
—La defensa del calvo es especialmente dura —Kagami volvió a hablar, decidiéndose mentalmente que haría lo que fue hacer, hacerse más fuerte. Kuroko escuchó y miró hacia el calvo, como Kagami lo nombró. Forzó su mirada, tratando de recordar donde fue que lo vio, y al recordar, chasqueó la lengua con disgusto. Kagami notó su cambio de humor, por que la miró de soslayo.