C a p í t u l o 1

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Minerva

Lo que tengo frente a mi es una completa obra de arte.

Eso pienso mientras examino cuidadosamente a la señora Catalina y me aseguro de que cada poro luzca lleno, que el color de sus mejillas sea el apropiado y que sus labios no se noten tan resecos.

Aun con la brocha pavorosa entre los dedos, llevo mis manos a cada lado de la cadera para admirar silenciosamente el resultado.

— Casi ni pareces muerta — suelto en un tono divertido. Mi risita tonta hace eco entre las cuatro paredes de la sala, alumbrada por una incandescente luz blanquísima que lastimaría los ojos de cualquiera que no estuviera acostumbrado a ella.

Para mi fortuna, me encuentro sola tras la ausencia de papá, que salió disparado de ahí en cuanto recibió la llamada del tío Hugo. Algo sobre el hallazgo de un cadáver en extrañas circunstancias a las afueras de la ciudad. Pero bueno, la vida no sería vida si no encontrarán uno que otro muerto todos los días.

A papá realmente le escandalizan mis bromas retorcidas. Aunque no porque le parezcan inapropiadas o algo por el estilo... sino por el temor de que alguien las escuche y se ofenda. 

Eso se vería muy mal para el negocio, dice siempre. Así que me las guardo para mí, y para ellos.

A ellos tampoco les molesta. A veces tienen más sentido del humor que los vivos.

Y en el caso específico de la señora Catalina... ella ya no estaba más aquí.

Contemplo su arrugado rostro, con los ojos cerrados y esa mirada apacible. Si, no parecería muerta si no fuera por los algodones amarillentos obstruyendo las cavidades de su nariz respingona, destilando el característico olor del formaldehido.

Tenía ochenta y pico de años, tres hijos y un montón de nietecitos. Su esposo había fallecido una década antes, recordaba su velorio. Fue de las primeras veces que asistí a papá con el negocio familiar.

Estuvo débil durante unos cuantos meses, y escuche que falleció en casa, rodeada de todos sus seres queridos. Simplemente cerro los ojos para tomar una siesta... y listo, ahí quedo, dando un último suspiro.

Mi amiga Jane DoeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora