C a p í t u l o 3

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Minerva

Observar al fantasma de esta chica es peor que mirar su cadáver.

En primer lugar, porque resulta perturbador ver a alguien sin cabeza moverse libremente por la sala como si nada. En segundo lugar, está prácticamente desnuda. Lo único que la cubre es una falda de tablones que le llega hasta las rodillas, seguramente parte del uniforme de alguna escuela.

De la cintura para arriba no trae nada puesto, y pueden notarse con total claridad las marcas de sus heridas sobresaliendo en su piel grisácea. Aunque hay cierto accesorio en su muñeca que capta enseguida mi atención: Una pulsera con perlas de plástico, de la que cuelga un dije dorado que tiene la forma de un corazón. O al menos la mitad de él. Esta rota, de manera intencionada, justo por en medio.

Quizá ella no lo note, porque la gran mayoría de fantasmas pierden el sentido del pudor, pero a juzgar por la forma en como intenta expresarse, desesperada por hacerse entender... estoy bastante segura de que vino aferrada el tío Hugo como una garrapata. Chupando toda su energía.

No tardará mucho para que empiece a hacerse la viva. Y yo no quiero pasar por noches en vela por su maldita culpa mientras se enterca en seguirme a todos lados.

Ella es un problema.

— En serio eres una Jane Doe — le digo, no sé cómo se tome el comentario, porque no hay expresión para leerla. Pero se queda quieta en su lugar, jugando con sus dedos. Me doy cuenta de que tiene tierra enterrada en las uñas... en las nueve, porque le falta una. Más detalles desagradables — No puedo ayudarte — suspiro — No soy detective, ¿por qué no mejor te pegas al capitán Kevin? — meneo la muñeca como si estuviera ahuyentando a un perro callejero.

Me dispongo a irme, pero la Jane Doe flota un poco, volviendo a meterse en mi camino.

— No te acerques — amenazo mientras me alejo y me abrazo a mí misma, porque cuando hay fantasmas cerca siempre me orillan a una hipotermia segura. Esta heladísimo aquí dentro — Hablo muy en serio, NO VOY A AYUDARTE. Así que vete.

La chica, que es más bajita que yo, no se mueve. Y no hago más que continuar con mi paso y atravesarla de nuevo. Aunque la sensación sea horrible.

Es un poco injusto. Ellos pueden "tocarme" pero yo a ellos no.

Mi amiga Jane DoeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora