cap 44 [la caza parte 1]

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"Está tranquilo esta noche". Kim Dokja murmuró nerviosamente, mientras caminaba, esperando el tiempo designado.

Han Sooyoung se reclinó contra el gran pilar con una sonrisa traviesa en su rostro.

"Debería serlo, tomó un montón de trabajo hacer que los dos cabrones rubios se durmieran". Ella respondió con orgullo, mostrando sus dientes afilados.

"¿Que hiciste exactamente?" El Dios arqueó una ceja, olvidándose de sus nervios por un momento.

"No hagas preguntas cuyas respuestas no te gusten".

"En serio, ¿qué hiciste—?"

"No hagas preguntas". Respondió la gata negra, mientras miraba al Dragón.

El Dios miró a Han Sooyoung, quien vestía un elaborado conjunto de ropa ceremonial. Una túnica estampada de color azul medianoche, atada con una faja blanca tejida con un intrincado dragón dorado. Su cabeza estaba casi desnuda, a excepción del pequeño círculo floral que adornaba su cabello oscuro.

Se trataba de un conjunto formal que lució en ocasiones sumamente especiales.

La muerte de un Dios.

El nacimiento de un nuevo Dios.

Y finalmente, la Unión de un Dios.

Como la sirvienta más alta del Dragón y la mayor del grupo además del Dios mismo, ella tenía la responsabilidad de ser testigo y guía del matrimonio.

Una responsabilidad que normalmente recaía en la madre de Dios.

Y ahora, a Kim Dokja no se le ocurría nadie mejor para asumir el papel que alguien que lo conociera mejor que él mismo.

En comparación, el Dios, por otro lado, estaba vestido de manera relativamente sencilla. Vestido principalmente con su habitual color blanco, la túnica estaba bordada con follaje simple, una faja estampada roja ajustada cómodamente en su cintura, con algunas joyas doradas que adornaban su apariencia. Era relativamente sencillo para la imagen habitual del novio.

Pero la boda de los dioses fue muy diferente a la de los humanos. No se trataba de ser la más bella o la más adornada, se trataba de poder, tradición e instintos animales sin adornos.

La ropa estaba pensada para facilitar el movimiento y la agilidad, no para ser vista por el público.

El sonido de una campana resonó contra el viento, alarmando a los dos de que ya era hora.

La mujer se levantó de la pared con una sonrisa, mientras el Dios soltaba un suspiro nervioso, recordándose que todo estaría bien.

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Había cinco personas que sabían claramente lo que iba a pasar.

El dragón y la novia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora