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El tener negocios que atender nunca había sido tan tedioso. Dejar a su doncel cuando por fin tenía una ventisca de oportunidad no era lo que esperaba; sin embargo, había asuntos que no se podían posponer.

Había hablado con su familia para ponerse al día de lo que acontecía en sus vidas, bueno, casi con todos. Dom había estado un poco renuente a mantener contacto si era para hablar del innombrable, el pronombre que Seokjin se había ganado.

Aunque hubo una ocasión en donde se había unido a la llamada, en donde despotrico contra su pobre doncel diciéndole que se había enterado, que había estado haciendo amenazas en contra de los medios y aunque me quisiera saber el idílico apodo que se había ganado el doncel con los medios, nadie quiso decirle nada o al menos quienes lo sabían.

En un tiempo libre que tuvo en su imprudente viaje, había recibido el informe de Seokjin. Le había dejado dos equipos de seguridad: uno que estuviera con él y el otro que se mantuviera oculto. El cómo marido tenía la obligación de proporcionar seguridad a su doncel, así como también las comodidades que deseara y lujos.

Podía darle lujos, así que lo consideraba su responsabilidad y había descuidado un poco esa área, porque la verdad el matrimonio no era para nada fácil con Seokjin y, ahora que estaba aligerándose un poco, tenía que salir de viaje.

Darle seguridad era primordial. Luego le dio acceso a todas sus cuentas porque Seokjin era su jodido esposo y, si quería cualquier cosa, debía tomarla o comprarla con el dinero de sus cuentas. Estaba consciente de que trabajaba, sin embargo, él podía regalar, donar o incluso ahorrar ese dinero porque al final su obligación era darle todo.

Si antes hubiera tenido ese pensamiento de hombre de las cavernas, el mismo se hubiera golpeado por neandertal; sin embargo, ahora ciertamente no podía hacerlo. El enamorarse de Seokjin no solo le causaba deseo físico, sino que también llenaba ese deseo emocional sin mencionar que deseaba darle ese consumo de seguridad, sustento y todo lo que deseara.

Estaba impaciente por regresar y, la verdad, el informe de los lugares que visitaba su doncel no ayudaba a sus ganas de mandar todo a la mierda e ir con Seokjin.

Un burdel, un club para donceles y mujeres, los peores lugares del país, el museo de armas, la casa de un prostituto. El día que leyó eso en el informe, casi se le sale el alma de la impresión y, cuando iba a llamar a Seokjin, recordó que los informes eran del segundo equipo de seguridad.

Lo que indicaba que no podía llamarlo y confrontarlo porque no sabía que tenía un segundo equipo de vigilancia y si le decía, seguramente se las arreglaría para escabullirse también. La verdad era que prefería tenerlo en la casa de un prostituto, contando con vigilancia a que estuviera en una iglesia sin protección.

Por lo cual se había tenido que tragar sus celos y desde entonces la mayoría de la comida le causaba indigestión. Incluso podía jurar que el agua le sabía amarga. Una noche había intentado tomar una de las mejores botellas de vino y el sabor fue como un maldito vinagre.

En medio de sus desmedidos celos porque sabía que eran desmedidos, había incluso pensado que Seokjin tenía un amante y sabía que no tenía cómo justificarse; sin embargo, su mente era traicionera y no había podido estar en paz.

Al parecer, su cordura estaba jodida desde que estuvo en su petrolera, aunque no podía decir nada; sin embargo, su jefe de seguridad le había recomendado que mejor leyera el informe sobre la investigación de Seokjin antes de dejarse guiar, por lo que decían los informes de los equipos de seguridad.

Namjoon había aprendido a hacerle caso a su jefe de seguridad, quien no daba su opinión o consejo en estas situaciones, así que cuando lo hacía era mejor escucharlo y eso era exactamente lo que había hecho.

Un Kim (Namjin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora