3.LA CARTA

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Cuando quiero salir a la calle para volver a casa de Asher, tengo que retroceder abruptamente. Está todo lleno de guardias. Están buscándome. Esperándome. Saben que sigo por la zona.

Sobrevive.

Asher tiene razón. Tengo que buscar una salida, y rápido. Relajo mi cuerpo, que está a rebosar de adrenalina, y pienso en sitios a los que podría ir. Mi mente está en blanco, y el agobio se abre paso cuando me doy cuenta de que no sé qué hacer. Se me dificulta respirar. No debe falta mucho para que me encuentren.

Respira, Ella, me digo. Lo hago. Una vez. Dos. Tres. Pierdo la cuenta y en cuestión de minutos respiro con total normalidad. Bien. Ahora toca pensar.

El hilo de mis pensamientos se ve interrumpido cuando un conejo sale de unos arbustos y se mete en su madriguera. Eso hace que una bombilla se encienda en mi mente. Eso es. Ya sé a dónde ir.

Con cuidado de que no me vea nadie, me meto en las profundidades del bosque, y con el camino memorizado, empiezo a correr todo lo rápido que mis piernas me permiten.

Después de media hora sin parar, empiezo a pensar que me he equivocado, que ya no está aquí. Mis pulmones arden y mis piernas tiemblan violentamente. Paro de correr y comienzo a andar, buscando el lugar.

Corro otra vez cuando veo esa explanada que tan bien conozco, y no puedo evitar sonreír con tristeza cuando veo el edificio que se está destruyendo poco a poco. El almacén abandonado. Mi antiguo hogar. Mi refugio. Al menos por esta noche.

Me dirijo hacia él con pasos rápidos. Me paro en la puerta, los recuerdos invadiéndome. Tras unos segundos, me obligo a entrar, y al dar unos cuantos pasos, consigo diferenciar un bulto en la oscuridad. Me acerco con pasos lentos y me encuentro con el viejo colchón en el que solía dormir todas las noches. No me puedo creer que siga aquí. Lo rescaté del contenedor después de haber estado tres días durmiendo en el frío suelo.

Alejo esos pensamientos de mi mente y me recuesto sobre él. Inmediatamente me escuecen los ojos, y aunque intento evitar las lágrimas, algunas se escapan de mis ojos. No es tan cómodo como el sofá en el que duermo en el sótano de Asher, pero servirá por esta noche. Asher, madre mía. Debe de estar preocupadísimo. Mañana tengo que llegar hasta él. Cueste lo que cueste.

Con esto en mente cierro los ojos, intentando dormirme. Los recuerdos de lo que ha pasado hoy me mantienen despierta la mayor parte de la noche. Cómo ese cuadro me ha llamado, cómo me han visto, cómo he tirado ese cristal, cómo ese mismo cuadro se ha recolocado solo, cómo he saltado hacia ese árbol, cómo he dejado inconsciente al príncipe – mi parte favorita –, cómo he vuelto al lugar que una vez había llamado hogar...

Consigo que el sueño se empiece a apoderar de mí después de haber estado horas dando vueltas sobre el viejo colchón, y la última imagen que veo antes de quedarme dormida del todo, son esos ojos café tan bonitos mirándome con sorpresa.

***

Me despierto con un dolor de cabeza horrible. Me cuesta demasiado levantarme. Cuando lo consigo, noto que tengo algo en la cara. Mi primer pensamiento es que es un insecto, y salto fuera del colchón. Al ver que no se mueve, rozo con la yema de mis dedos mis mejillas. Tengo algo en la izquierda, como una costra. Al seguir ascendiendo, noto un escozor y aparto rápidamente la mano. Los recuerdos de anoche vienen todos como balas dirigidas a mi mente. Debo de haberme hecho esto con las ramas del árbol.

Por favor, sobrevive.

Mierda. Asher. Él no sabe que estoy bien, me recuerdo. Dirijo mis pasos hacia la puerta. Estoy mareada, me duele todo el cuerpo, y tengo varios moratones y heridas, pero tengo que llegar hasta su casa como sea.

El Anillo BrakundDonde viven las historias. Descúbrelo ahora