22.MENTE DESPEJADA

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-Otra. – pido al acabarme la tercera copa.

Ya que vamos a tomarnos esta noche de descanso, voy a aprovecharla bien. Sigue siendo una mala idea, pero ya que se me ha dado la oportunidad...

-Se ha acabado. – contesta.

- ¿Qué? – pregunto, confusa.

-Que ya no queda más en la botella.

Mierda.

-Pues ve a por más.

-Ve tú. No soy tu criado.

Me levanto sin contestar nada, yendo hacia...hacia...

-En el salón. – dice al ver mi confusión.

-Sí, claro. Salón. – contesto, ahora dirigiéndome hacia allí.

Al llegar, lo primero que hago es buscar las botellas, y para mi suerte, encuentro el armario rápido. Acercándome más, descubro que está totalmente lleno a falta de un par de ellas, e inmediatamente lo abro y cojo dos cualquiera, una para cada uno.

- ¿Qué haces?

Me sobresalto al oír su voz desde la puerta, y casi se me caen las botellas. Me giro para gritarle, pero me quedo callada al ver que está apoyado en el marco de la puerta de brazos cruzados, sus bíceps marcándose de una forma espectacular.

Mierda.

- ¿Y bien? – pregunta.

- ¿Qué? – contesto como una idiota.

- Que por qué tienes dos botellas.

-Ah, pues...he pensado que va a ser mejor si tenemos una para cada uno.

Su sonrisa se ensancha, dejando al descubierto esos hoyuelos que tanto detesto.

Te encantan.

Cállate.

-Creía que no era una buena idea.

No lo es.

-Pues he cambiado de opinión.

Levanta las manos como si le acabara de apuntar con una pistola, y sale del salón, volviendo unos segundos más tarde con el sacacorchos. Yo me siento en el sofá y espero a que él haga lo mismo.

Se sienta a mi lado y abre las botellas, cogiéndose la suya.

-Cuéntame sobre ti. – pido.

- ¿Qué?

-Llevo aquí más de un mes y no sé nada sobre ti – hago una pausa, tomando un sorbo de la botella –. Quiero conocerte un poco más.

- ¿Por qué?

-Porque sí.

Pasan unos minutos en silencio, en los que no puedo evitar observar cada uno de sus movimientos. El cómo su pecho sube y baja con su respiración relajada, la forma en la que sus músculos se flexionan al levantar la botella, como el líquido baja por su garganta, una gota derramada bajando por su barbilla. Cómo su mandíbula se tensa al conectar su mirada con la mía...

Mierda.

Me ha pillado, pero bien.

Creo que debería parar de beber, pero en lugar de ir por lo racional, le doy un gran trago a mi botella, notando el escozor en la garganta, un ligero mareo instalándose en mi cabeza.

-Está bien. Qué quieres saber. – contesta con un tono algo cansado.

Me lo pienso unos segundos. ¿Qué quiero saber sobre este chico?

El Anillo BrakundDonde viven las historias. Descúbrelo ahora