7.EL ACUERDO

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- Todos fuera. Dejarnos a solas.

Eso es lo primero que dice, y yo estoy quieta como una estatua mientras se acerca a mí, sosteniendo mi mirada en todo momento.

-No creo que eso sea muy seguro alteza, ella es una delincuente y...

-Me da igual – interrumpe el príncipe. -. Dejarnos solos. Es una orden.

Los guardias empiezan a salir del sótano. Quiero protestar, pedir que se queden, que no me dejen aquí con él, pero no puedo. No puedo. Estoy demasiado ocupada mirando sus ojos cafés como para poder concentrarme en otra cosa.

- ¿Necesitas ayuda? – pregunta, repitiendo las mismas palabras del momento en el que me encontró.

-No, estoy perfectamente. – replico, haciendo lo mismo.

-Veo que te acuerdas de aquella noche.

Oh, claro que me acuerdo, principito.

-Claro que sí, mi parte favorita fue lo que pasó después.

- ¿Cuándo te robé la daga?

-No, idiota, cuando te dejé inconsciente.

Cierro los ojos. Mierda. No debería haber dicho eso. Haberle llamado así. Ahora sí que estoy segura de que voy a morir. Abro los ojos lentamente, solo para encontrarme al príncipe intentando contener una sonrisa. Idiota. Realmente está disfrutando de esto.

-Respete a la realeza, u ordenaré a los guardias que vuelvan. – dice ahora más serio.

Mentiroso.

-Por supuesto principito. – digo.

-No me llames así.

- ¿Qué querías?

- ¿Qué?

- Has pedido que nos dejen solos. ¿Ha sido solo porque querías verme? – digo con ironía.

-No. Ha sido porque tengo una propuesta. – expone.

Frunzo el ceño.

- ¿Qué propuesta?

-Déjame hablar – ordena al ver que no estoy muy dispuesta a escucharlo. -. He oído que no colaboraste en el último interrogatorio.

-Así es.

-Entonces - continúa -, pensé que sería inútil seguir con esto de las preguntas porque sé que no vas a contestar a ninguna.

-Estás en lo correcto.

-Y se lo comenté a mi padre.

- ¿Tenía que ser a él?

-Deja de interrumpirme y escucha.

-Bien. – cedo.

Realmente no confío en lo que tiene que decir. No confío en él. Yo soy una delincuente. Él es un príncipe. No veo por qué puede querer ayudarme.

Él se queda en silencio unos segundos más, y cuando ve no le voy a cortar más, prosigue:

-El caso es que me dio la razón y me propuso algo con lo que yo estuve muy de acuerdo.

Se queda en silencio otra vez y yo lo miro con interés, esperando que continúe.

-Quiere que seas mi doncella.

- ¿Quiere que sea tu qué?

-Básicamente como una criada, solo que sólo me sirves a mí – explica –. Tu trabajo será hacer todo lo que te pido. Tendrás tu propia habitación y te daremos ropa nueva. No prometo que te guste, pero al menos no estará llena de sangre.

El Anillo BrakundDonde viven las historias. Descúbrelo ahora