9.LA SALIDA

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El dolor de cabeza que tengo ahora mismo no es normal, siento que me va a explotar en cualquier momento. Llevo unos minutos consciente, pero sigo con los ojos cerrados. No quiero enfrentarme todavía a lo que pasó ayer.

Killian va a por mí. Killian va a matarme. Puede ser cualquier día. Mañana. El día siguiente. La semana que viene. Mierda, puede ser hoy.

Las náuseas me invaden, y eso me hace abrir los ojos. Voy a bajarme de la cama, pero de repente me doy cuenta de que el colchón en el que estoy es muy cómodo. Demasiado cómodo. La cama es muy grande. Demasiado grande.

Las náuseas se quitan, sustituidas por la confusión. Miro a mi alrededor, y me doy cuenta de que no estoy en mi cuarto. ¿Dónde estoy? Eso se aclara en cuanto veo la cómoda, el armario, las paredes blancas con detalles dorados...

Mierda.

Doy un respingo cuando escucho una puerta abrirse al otro lado de la habitación. Me quedo rígida al ver al príncipe salir del baño.

- ¿Qué tal te encuentras? – pregunta con una voz suave.

Me quedo unos segundos en silencio, pues todavía estoy empezando a procesar donde estoy.

- ¿Cuánto tiempo llevo inconsciente? – pregunto en una voz baja.

Lo que realmente quiero preguntar es cuánto tiempo llevo aquí, en su habitación, pero lo que he dicho la contesta igual de bien.

-Unas horas, no mucho.

Asiento. Bueno, al menos no son días como la última vez.

-No voy a dejar que llegue hasta ti.

Me sorprendo cuando le escucho decir eso, y giro mi cabeza para mirar directamente a esos ojos cafés.

¿Cómo sabe que Killian quiere matarme? Tengo la respuesta antes de acabar de hacerme la pregunta: ha leído la carta.

Yo tenía razón. Es un cotilla. Me planteo volver a decírselo, pero al final decido que eso solo va a acabar peor para mí.

-No creo que puedas. Ya lo has leído, viene a por mí.

Un escalofrío recorre mi columna al decir eso último. En verdad estoy en peligro, en uno muy grave.

Thomas me observa detenidamente. Me está evaluando. Intentando descifrar lo que estoy sintiendo ahora mismo. Si realmente se lo mostrara, vería que estoy aterrada, que desde hace un par de días siento que tengo algo dentro que hace que me sea difícil respirar bien, que lo único que quiero hacer es ir a algún lado en medio de la nada y gritar hasta quedarme sin voz, hasta que me arda la garganta y me duelan los pulmones.

En su lugar lo que realmente le muestro es una expresión calmada, una expresión que intenta aparentar que todo va bien y que puedo con todo lo que está pasando y más.

-Prepárate – ordena después de unos segundos en silencio –. Salimos en una hora.

- ¿Qué? – cuestiono confundida.

Entonces lo recuerdo. ¿Es en serio? Me acabo de despertar, ¿y ya quiere que cumpla con mi parte del trato? Que impaciente. Realmente no me apetece nada salir con él. Que ahora me parezca una persona tolerable no quiere decir que quiera pasar horas a solas con el principito.

-Necesitas distraerte de todo este lío – se justifica –. Salimos en una hora.

Me quedo callada un momento. Sí, tiene razón, necesito despejarme, pero lo mismo se podría haber esperado un par de días a que lo asimilara. A que me diera tiempo a pensarlo bien y decidir qué hacer.

El Anillo BrakundDonde viven las historias. Descúbrelo ahora