☬ 𝑑𝑖𝑒𝑧 ☬

27 20 52
                                    

𝐶𝑎𝑝𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜 10
𝑅𝑒𝑐𝑎𝑢𝑑𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑑𝑒 𝑖𝑚𝑝𝑢𝑒𝑠𝑡𝑜𝑠 1/2.

—¿Se puede saber qué haces aquí? —me preguntó el señor Mack.

Al verme descubierta solté una risita de nervios. Lo había seguido ya que tenía curiosidad por saber a que se dedicaba todas las tardes que desaparecía.

Lo seguí hasta aquí, una casita de tablas de madera muy sencilla. El lugar no es muy grande. Debe ser de unos diez metros cuadrados. En la pared del fondo hay una ventana abierta, por donde entra la luz del sol que ilumina todo el sitio y cada rincón del mismo.

Estamos un poco alejados de la casa.

Dentro de esta casita hay muchas piezas de madera e instrumentos de trabajo para hacer figuras tallando la madera. Miro a mi alrededor, las piezas son impresionantes.

Todo esto es sorprendente.

—Yvett, necesito trabajar. Vete ahora mismo —me sorprendía la paciencia que estaba teniendo el hombre esta vez.

—No me iré —informé, acercándome a una pieza de madera de una leona, un león y sus dos cachorros tamaño real.

Pasé mi mano por la superficie de las piezas, maravillada. Mack suspiró con pesadez intentando no explotar. Veía un aura roja, pero muy, muy clara alrededor de él. Se estaba enojando.

Ay, no.

¿Todo esto lo hizo usted? —cuestioné dirigiendo mi mirada a una pieza de un águila colgando del techo.

—Sí, ahora cállate y déjame trabajar.

En esta ocasión sí me callé. Levanté ambas manos en señal de rendición e hice un gesto como si mi boca tuviera un ziper y lo estuviera cerrando.

—No le digas a nadie que estuviste aquí.

Mostré una sonrisa de boca cerrada y asentí.

El señor Mack tomó un instrumento de hoja fina, ancha y que se veía filosa. Agarró también algo con lo que golpeaba el instrumento anterior para retirar la corteza de un trozo grande del tronco de un árbol. Mientras él trabajaba, yo me dediqué a seguir observando las piezas.

Me senté en una esquina, jugando con la pequeña figura de una ardilla abrazando una nuez bastante grande para ella. Se veía feliz. La pieza, para ser pequeña y no superar los nueve centímetros de altura, estaba bien detallada. Me gustó mucho.

La ardilla y la nuez me recordaba a algo de mi mundo, tal vez a una película infantil, no lo sé.

¿No será a la ardilla de "La era de hielo"?

¡Exactamente esa!

¿Cómo olvidar a esa ardilla que tiene la culpa de cada desmadre que inician esas películas?

Cuando el señor Mack terminó de tallar la madera, aunque el trabajo aún no estaba terminado, tenía la forma de una tortuga gigante.

Dejé la pieza de la ardilla en su lugar y me marché con él. Esperé a que cerrara la casita y partimos rumbo a su casa.

• • •

—Por favor, necesito más tiempo —escuché al señor Mack.

—Me temo que eso no será posible. Mack Jiménez de Armas, cinco meses de atraso —dijo un hombre alto, de cabello blanco revisando el papel que tenía en sus manos, lo volteó hacia el señor Mack y señaló algo—. Justo ahí lo dice.

El hombre de cabello blanco viene acompañado por una mujer de cabello blanco también. Están de pie en la puerta, frente a ellos se halla el señor Mack. Ambos llamaron mi atención. Son como yo, o yo soy como ellos. El hombre va vestido con prendas lujosas, elegantes y muy pulcras en comparación con las que lleva el señor Mack. Predomina el color azul en su ropa.

Sus ropas indican que tiene una posición importante o que es sumamente adinerado.

La mujer trae su cabello recogido con un peinado de trenzas y está ligeramente maquillada. Ella lleva un vestido que llega al suelo con varias capas, haciéndolo enorme de la cintura para abajo. Es de mangas largas, más anchas desde los codos hasta las muñecas. Unas líneas doradas inician en sus hombros y terminan alrededor del final de la tela correspondiente a las muñecas.

En la parte del pecho, un corsé bien apretado con cadenas de oro tiene lugar. Sobre este, un espacio sin tela formando un triángulo deja ver su piel y hacia arriba rodea su cuello. La falda contiene detalles en dorado, sin embargo, al igual que el hombre, en su vestuario predomina el color azul.

Llevo un buen rato espiando. Mis amigos me acompañan.

—Ellos son los reyes de Silfet —susurró Tahla en mi oído.

Me tapé la boca para evitar soltar un sonido de sorpresa absoluta.

—Y vienen a recaudar los impuestos como cada mes —me informó Hiram también en un susurro.

Miré al señor Mack. Otra vez está apretando los puños detrás de él. Un aura diferente lo rodea. ¿Es frustración? ¿Preocupación tal vez? Diría que ambas.

—No he podido vender más piezas, sus majestades, yo... —Mack intenta hablar.

Ojalá pudiera ayudar...

El rey levantó una mano, provocando que el tío de Tahla y Hiram se callara de golpe.

—¿Tienes piezas nuevas? —interrogó la reina.

—Así es, su majestad —murmuró Mack.

—Entréganos dos piezas, aunque de igual modo no será suficiente pago, señor Mack —enunció la mujer—. ¿Cuántas personas viven aquí?

Ahí fue cuando logré ver su aura. La rodeaba maldad pura. Tenía un muy mal presentimiento.

—Es mala —anunció Ari—. Acabo de ver su alma.

—Y quiere llevarse a un niño o niña si hay en esta casa —mencionó Mab—. Leí su mente.

—Entonces estamos jodidos —comentó Yord.

—Yo me ofreceré para que me lleven —proclamó Tahla.

—No, ni lo sueñes —Hiram la frenó.

—Cálmense todos, ya veremos qué pasa —intervine.

Pasó un rato de silencio y puro nervio antes de que Mack contestara. Al final dijo la cantidad de niños que vivimos aquí.

La reina miró al rey. Mab susurró que la mujer está pensando en un sucesor o sucesora para el trono. El rey asintió. Mack sabía lo que eso significaba cuando nos llamó.

Todos salimos y se dieron cuenta de que estábamos escuchando todo. Tahla dió un paso al frente, fingiendo no estar asustada aunque sus ojos y su aura la delatan. Ella tragó en seco.

La mirada de los reyes cayó sobre ella, sin embargo no le prestaron mucha atención. Pasaron la vista por cada uno de nosotros. El señor Mack estaba de pie en una esquina sin decir nada. Mantenía una expresión dura. Sé que no quiere que se lleven a uno de nosotros. Lo siento en mi interior.

Él va a intervenir. Va a impedirlo. Tiene que hacerlo. Unas lágrimas comienzan a acumularse en mis ojos. La frívola mirada de la reina cae sobre mí. El rey también me observa. Ambos me analizan. Siento mis piernas temblar un poco.

EL INICIO DE TODO (Somnus #1) #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora