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Paul no había entrado a la casa Lahote desde hacía mucho tiempo.

El olor a humedad y a moho se coló en sus fosas nasales y arrugó la nariz mientras se adentraba al lugar.

Reconoció en la entrada los enormes cuadros de lobos que adornaban el lugar.

Nunca se había detenido a observarlos o a encontrarles un sentido, simplemente creyó que alguien en algún momento lo encontró en algún mercado de pulgas y le pareció divertido llenar la pared vacía del recibidor con esa pintura.

Pero ahora que conocía el secreto fue capaz de distinguir la sabiduría y humanidad en cada par de ojos delicadamente pintados.

Era el cuadro de una de las manadas que estuvo antes de ellos.

Siguió avanzando y se estremeció al descubrir el sillón mohoso de su padre, aún adornaba una botella en el lugar, estuvo apunto de sonreír.

Sería lo primero que ardería en llamas.

Paul miró de un lado a otro, incómodo, antes de salir del lugar dando zancadas.

Afuera Sam, Jared, Embry, Jacob y Quil lo esperaban con los brazos cruzados y cierto aire de incomodidad.

—Eh... Pueden entrar.

Acto seguido todos entraron mientras Paul se quedaba rezagado para darle una mirada a Emily, quien se encontraba quitando algo de la mala hierba que adornaba el lugar junto a Antonella.

Sí.

Él habia tomado una decisión.

Se acercó a las chicas sintiendo sus pulmones apenas capaces de respirar y empezó a ayudarlas.

No le importaba conservar nada de aquel lugar, bueno, quizá el cuadro de los lobos, pero confiaba en la manada, ellos solos podrian.

—Deberias descansar.—Le dijo a la morena, quien apretó su vientre con su mano mientras se ponía de pie con dificultad y tomaba asiendo en la silla plegable que Emily había traído para ella.

—¿En serio este lugar es tuyo?

Paul asintió.

—Si quieres algo de beber hay...

Las palabras de Emily se vieron cortadas por el derrape de un auto a unos metros de distancia.

Una corta cabellera pelirosa se hizo presente.

Cassy estaba ahí.

—Buenos días.—Saludó simplemente mientras se deshacía de la chaqueta y quedaba en una camiseta fina.

—¡Cassy!—La voz de Embry la recibió.—Ven por acá.

Cassy sonrió ligeramente siguiendoa voz del moreno.

Paul miró durante unos segundos el lugar por dónde había desaparecido antes de volver al trabajo.

—Paul...—Murmuró la morena.—Eh... ¿Crees que podrías hacer una cuna pronto?

Paul parpadeó.

—¿Qué?

—La tradición Quileute —Se entrometió Emily sin mirarlos.—El padre y los varones de la tribu se reunen a hacer la cuna  del bebé.

Paul quiso reírse de sus pensamientos,  imaginando la imponente figura de su padre haciendo una cuna para él.

Era simplemente ridículo.

Algodón De Azúcar - Paul Lahote Donde viven las historias. Descúbrelo ahora