Cassy entro a su hogar por la puerta trasera, intentando no hacer mucho ruido pero se dió cuenta que sus esfuerzos eran en vano, su madre la miraba con una ceja enarcada desde la cocina.
—Vete a duchar pronto.—Dijo con una media sonrisa.—Llegaste justo a tiempo, a las tres de la tarde llamará tu padre.
—¿La primera llamada? ¿Cuánto tiempo estará lejos?
Su madre suspiró.
—Lo descubriremos cuando llame papá, linda, ahora ve a ducharte, esto está buenísimo.
Cassy subió las escaleras de dos en dos hasta su habitación, sintiéndose repentinamente enorme para aquel cálido lugar.
Su padre lo había pintado de blanco y constantemente solía retocarlo cuando estaba en casa, tenía todo tipo de adornos delicados que su padre le traía en cada gira.
Se miró al espejo, agotada y herida.
El dolor de que su impronta fuera a ser padre le causaba una irritación inigualable y el dolor que se instaló en su pecho desde que conoció la noticia era constante.
Pero no había nada que hacer más que esperar a que él mismo confirmara la noticia.
Pero si tenía algo que hacer ella con su cabello.
Mientras abría su enorme armario sonrió al ver un traje militar ahí, en el fondo, aquel traje representaba el enorme anhelo de su padre de que ella siguiera sus pasos.
Cassy se preguntó si ahora, que era una chica que transmutaba a un enorme lobo blanco, podía tener aspiraciones.
Sabía que la manada consumía gran cantidad de la vida de Sam, además de que el consejo tribal le pagaba un salario justo, pero ¿ Ella podria irse a formarse como su padre y ella siempre soñaron?
No, no, casi se puso imaginar a si misma encerrada en un laboratorio para ser analizada por el gobierno.
Tomó una remera vieja y se la colocó mientras se puso a preparar el tinte color rosa.
Pronto se encontró tiñendo su cabello mientras miraba televisión a la espera.
Quince minutos bastaron para que el color quedará impregnado en su cabello por lo que no tardó en meterse en la ducha y lavarlo.
Una vez envuelta en una bata de baño bajo la escalera con los pies descalzos hasta el comedor.
No podía hacer nada por el pasado de su impronta y la idea de dejarlo ir era cada vez más llamativa, aún así ignoró sus pensamientos aferrándose al sentimiento que no paraba de crecer hacia el moreno.
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