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La vida parecía divertirse con Cassy.

Cada día que pasaba confirmaba que tal vez ella había nacido para ser infeliz.

Las breves interacciones que tenía con Paul la hacían anhelar su cercanía, su toque y su protección, aún así, simplemente solía salir huyendo cada vez que podía.

El bebé de Paul y Antonella estaba en perfectas condiciones, ese fue el anuncio de aquella mañana, Antonella le mostró la ecografía a todo aquel que la quisiera ver y Paul tomó asiento al lado de Sam mirando hacia el suelo.

— Disculpen, si no nos vamos llegaremos tarde.— Anunció Jared ante la evidente incomodidad de la rubia.

Sí, bueno, a causa del bebé había renunciado a los químicos y ahora su cabello demostraba unos reflejos dorados naturales.

— Uno solo se gradúa una vez en la vida, Cassy.— Dijo Embry envolviéndola entre sus brazos.—  Además, debemos presumirte, te ves bellísima.

 —¿Ya se van? Es temprano...—Dijo Paul mirando verificaba la hora.—Iré a vestirme y...

—  Deberías esperar a tu novia.—Lo cortó Embry mientras empujaba a Jared para que cruce el umbral pronto.

Paul miró como los otros tres graduados salían de la casa sin despedirse particularmente y sintió la culpa burbujear.

Todo era su culpa.

 La relación entre Cassy y la manada iba algo mal, la joven parecía triste y apagada, además, desde que Antonella pasaba largas horas junto a Emily, ya que se encontraban tejiendo algo de ropa para el bebé, ella puso un límite. Era cortés y ayudaba en lo que podía, pero la amistad entre ambas parecía rota.

Y con respecto a ellos dos, como improntas, la manada parecía haberse dividido.

Sam y Emily siempre le recordaban que las cosas estaban hechas y que él, como hombre, debía hacerse cargo del que llamaban "su hogar", mientras que los demás chicos parecían apoyar silenciosamente a Cassy.

Y él lo notaba al ser excluido de todo aquello que no fuera estrictamente asunto de la manada.

Aún así, Jacob, Quil y Sam, lo estaban ayudando a hacer la cuna del bebé bajo los mandos de Billy Black.

Sin embargo, ellos parecían bastante serios con él, y tenían razón, Paul no los culpaba, estaba haciéndole daño a su impronta.

Por más que quisiera e intentara mantener a Antonella lejos de la manada para mantener a Cassy tranquila, no podía, el padre de Antonella había dado con dirección del hotel en el que se había estado quedado, por lo que el lugar más seguro para ella, al menos ahora, era la casa de Sam.

Paul miró con dolor la salida, el verla irse de esa forma, sin dirigirle una ultima mirada era cada vez mas doloroso.

—¿Irás, Sam?

— Con usted.— Asintió.— ¿Y ustedes, chicos?

— Eh... en realidad...— Quil y Jacob se miraron mientras se ponían de pie.— Iremos con Cassy.

Algodón De Azúcar - Paul Lahote Donde viven las historias. Descúbrelo ahora