Prólogo

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La noche de Nuevo México era fría y frígida, ligeros copos de nieve caían sobre la tranquila ciudad. La luna llena flotaba en el cielo, iluminando ligeramente una pequeña choza de una casa en el medio de la nieve recién caída.

La noche era fría afuera, pero dentro de la casa era cálida y confortable. Un fuego había sido construido en la chimenea de la habitación del centro de la casa, una pequeña pareja estaba recostada en los sofás del interior. Estaban abrigados con mantas y admiraban al pequeño bebé que habían creado.

—Ella se parece mucho a ti, Amelie —el hombre se burlaba de su esposa. Amelie rodó sus oscuros ojos y sonrió.

—Apenas tiene un mes de edad, aún no se parece a ninguno de los dos todavía —señaló, dando a su esposo un beso en la mejilla antes de levantarse para preparar un chocolate caliente para los dos, además de calentar el biberón.

Cuando entró en la cocina Amelie chasqueo sus muñecas, y de repente los armarios se abrieron por su cuenta, tazas salieron flotando y se colocaron en la mesa. Con otro giro de la muñeca ingredientes para chocolate caliente volaron fuera de la despensa, los ingredientes empezaron a mezclarse en las tazas mientras ella se ocupaba de calentar el biberón de su hija.

Sin embargo, justo cuando estaba a punto de colocar la botella en el microondas, se congeló. Los ingredientes cayeron en la mesa, el agua caliente se derramaba de la tetera que había estado moviendo con su mente. Sus ojos estaban muy abiertos, sus manos temblaban mientras se centraba en la perturbación que sentía.

—¿Amelie? ¿Cariño, estás bien?

—No... —susurró Amelie, con sus ojos conectados con los su esposo—. La encontraron. Ellos están viniendo.

De repente, ambos padres se convirtieron en un torbellino de movimiento, corriendo para agarrar sus maletas de emergencia y tratar de huir.

—¿Qué tan cerca están? —preguntó Mark a su esposa, confiando en su terreno en las habilidades de telequinesia para detectar a los atacantes. Observó con preocupación mientras su esposa cerraba los ojos, un pesado suspiro escapó de sus labios mientras abría los ojos de nuevo.

—Cerca, muy cerca. Tal vez a una milla.

—Tenemos que darnos prisa entonces —dijo Mark, recogiendo rápidamente a su bebita y tratando de silenciar sus gritos.

—Shhh, está bien —susurró, con su corazón hundiéndose cuando vio varios pares de faros iluminando la parte delantera de la casa. Ellos estaban aquí.

—Nos encontraron —susurró Amelie, viendo a su esposo y al bebé que llevaba. No le tomó mucho tiempo el tomar su decisión, rápidamente le entregó a su esposo la bolsa del bebé que llevaba.

—Vete, toma al bebé. Los mantendré ocupados.

—¿Estás loca? No te voy a dejar —argumentó Mark, fuertes pisadas se acercaban más y más a la puerta principal.

—Voy a estar bien, tómala y vete. Ella es a la que quieren —le rogó Amelie a su esposo, cuando de repente se le ocurrió una idea.

—Maldícela —sugirió, su esposo inmediatamente desechó su idea.

—No. No voy a hacerle daño.

—Los protectores nunca se enferman gravemente. Si la maldices con un problema de salud, no van a sospechar de ella en absoluto —explicó Amelie, pero Mark se limitó a sacudir la cabeza.

—No voy a hacerlo, no voy a condenarla a toda una vida de problemas de salud sólo para mantenerla a salvo de ellos.

—Por favor —suplicó Amelie. Había lágrimas en sus ojos que amenazaban con desbordarse—, tú eres el único que puede hacerlo. Su protector de talento no permitirá que sea demasiado malo. Necesito que hagas esto por mí.

Sorcery // Louis Tomlinson | EspañolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora