El día que sufrí de amor.

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De repente, el fuego se abre paso en mi pecho recordándome el familiar sentimiento de las últimas veces en que intente arreglarlo.

Ante tu indiferencia solo siento como mi alma arde con fuerte intensidad, como si le hubieran vertido queroseno. Pobres de mis ojitos, no dejan de llorar, mi corazón ya no soporta, pero es que tan solo hablarte me trae mil cosas que no he podido olvidar.

Por las noches me la paso dedicándome canciones que tú no pudiste dedicarme, irónicamente, las escucho mientras lloro pensando en ti.

Mis labios no abren sus puertas, pero yo sé que estoy gritando lo más fuerte que puedo, y que el mundo me está ignorando, aunque tengan sus oídos dispuestos.

Me avergüenzo de mis propios sentimientos, escuchando la voz sin control en mi cabeza insultarme por recordarte, el mínimo alivio que puedo tener es pensar que todos nos hemos sentido así algunas veces.

Que tú también te has sentido así algunas veces.

Todos nos hemos prendido en llamas a pesar de que estemos originando olas, hasta el cuerpo se vuelve naturalmente contradictorio, pues sabe que todos caemos en el encuentro de polos opuestos.

Los planes que teníamos cuando saliéramos de nuestra propia miseria, ahora solo viven en la imaginación de mi inocencia, agrandando la carencia reflejada en mí ya putrefacto cuerpo.

Los gusanos me susurran, los gusanos me hablan, y me arrullan contándome historias de ti, ni en la muerte puedo dejarte ir.

Era una noche antes de navidad, y me encontraba sola en mi habitación, volviendo a escuchar las canciones que me traían tu recuerdo.

El mundo seguía su curso, pero yo me había quedado estancada en el pasado, cuando te conocí, deseando no haberlo hecho.

Era una noche después de navidad, y aún sigo pensando en ti.

El verdadero prólogo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora