Capítulo 14

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                                      25/03/1996                                    Fuerte Apache

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                                      25/03/1996
                                    Fuerte Apache

Tras lo ocurrido ayer con Hernán y lo que le contesté a Jorge, las cosas se habían puesto realmente tensas entre el Cochi y Jorge, o más bien entre mi hermana y Jorge. Ella no iba a dejar que nadie me tocara, y si Jorge no corregía a su hermano sabía con certeza que lo haría Anabella.

Danilo y yo fuimos a ver a Carlos a la tarde, pero lo encontramos estudiando y Adriana no quería que saliera sin terminar sus deberes.

–¿Qué tal estás?— le pregunté a Adriana en la cocina.

–Bueno, lo sobrellevamos. Al parecer don Hugo nos dio una de sus casas así que nos mudaremos. No saldremos del barrio pero si estaremos en una zona más segura— dijo tomando de su mate poco a poco.

–Bien... Cualquier cosa yo estoy para ayudarte— le dije. Ella me regaló una sonrisa. No sé como se le ocurre atacar a una embarazada al maricón de Hernán. Por suerte salió ilesa, sino ya a Don Segundo se le acaba toda la paciencia. Volví con los chicos, que se encontraban sentados en la mesa del comedor.

–Puedes estar tranquilo Carlos que Hernán va a estar bien vigilado— dije sonriéndole un poco mientras me acercaba.

–Gracias Dafne, esperemo' no volver a ver a ese— dijo Carlos devolviéndonos una sonrisa. Danilo se levantó y se despidió de su amigo, al igual que yo, y colocándome su brazo al rededor de mis hombros salimos de la casa.

–¿Posta crees que Jorge se encargará de su hermano?— me preguntó Danilo. Yo mantenía mi mirada al frente.

–No, pero si hago algo ahora será mi culpa y la cosa se pondrá peor— dije girando la cabeza para verlo. Él asintió.

–Estamo' en esto juntos ¿si?— dijo. Yo asentí y acosté mi cabeza en su hombro. Danilo me dejó en mi casa y se dirigió a la suya aunque yo le insistiera en que se quedara.

                         |Narra Danilo Sánchez|

Llegué a la puerta de mi casa y comencé a escuchar voces. Pegué mi oreja a la puerta cuidadosamente para escuchar. Se me hacían re familiares las voces.

Bajé por un balcón, llegando a un techo. Caminé un poco y encontré la ventana que daba a mi casa. Me quedé ahí mientras escuchaba sin ser visto. Asomé un poco la cabeza por la ventana. Estaba Jorge con la piba con la que siempre iba y cogía en todas partes y mi hermano.

–Pensá que es más guita, mucho más que la que te da el Cochi– le decía Jorge a mi hermano– Con la que te pague yo no vas a necesitar que nadie se ocupe de tu hermano. Cochi quiere quedar bien él y nada más, y yo también quiero un auto loco, y quiero mi casa y quiero poder ayudar a mi vieja. Y quiero que mi hermano pueda volver y que no ande escondido—.

–Igual si el Hernán se hubiera quedado. Ahí el Cochi tenía razón— respondió tímidamente mi hermano.

–Razón de qué. Desperta amigo, te está lavando la cabeza. Él quiere hacer creer a su gente que lo que está haciendo está bien y no lo está— dijo China, y acto seguido le dio a probar de su mano un polvo blanco.

–Lo' entiendo a ustede'— dijo el Sebas, mirando a ambos. Tras esto, ambos se fueron de la casa. Jorge estaba trabajando en contra del Cochi. Me asomé por el balcón por el que antes había bajado y vi como Jorge cargaba su arma.

Tras que se fueran, entre a la casa. Fui directo a la nevera con la esperanza de que fuera mi hermano el que me contara y no tuviera que preguntarle.

–Dani... se que escuchaste todo— dijo, mirando el televisor. Yo puse con fuerza el trozo de pan que estaba comiendo en la mesa y me giré hacia él enojado.

–¿Y qué vas a hacer?— le dije mirándolo fijamente. Él miraba al piso.

–No sé... Todos saben que lo del Cochi se terminó— dijo él levantando un poco la mirada.

–Si hay alguien que va a salir mal de acá es él. El Cochi lo arregla a palo' — dije.

–El Cochi se volvió mu' manteca, Dani. Lo vi, con mis propios ojo'— dijo. Yo me levanté enfadado y ne senté a su lado. Él me extendió un platito con líneas blancas y el rollito con el cual las aspiraba, ofreciéndome.

Por un momento, las ganas recorrieron mi cuerpo, el querer volver sentirme libre, el anestesiar todo lo que el corazón no quería sanar. Pero una imagen aún más reconfortante se me vino por la mente, Dafne. Ella era mi nueva droga, y a ella no la cambiaba por nada. Le hice una promesa.
Rechacé el plató, echándolo para atrás.

–¿Por qué ya no querés? ¿Es la mina esa? ¿Ahora te querés reformar?— dijo, y se acercó a mí– Una vez que se prueba, nunca se puede parar. Haceme caso que volverás a sentir como te ahogas, volverás a sentir esa punzada en el pecho y entonces, solo esto te salvará—.

–Ella es la única droga que necesito, y si tengo que morir antes de que le hagan algo a ella lo haré— le dije. Mi hermano dio una pequeña risa irónica.

–Entonce' andate, anda a salvar a tu única droga— dijo. Yo caí en la imagen donde Jorge cargaba su arma. Me levanté y fui corriendo. La noche había caído y eso tampoco era buena señal.

 La noche había caído y eso tampoco era buena señal

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Hasta Que Te Conocí | DANILO SANCHEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora