Capítulo 20

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                                     29/03/1996                                   Fuerte Apache

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                                     29/03/1996
                                   Fuerte Apache

Estuve toda la noche llorando por Danilo. No podía creer cómo se auto destruía de tal forma, aunque lo que más me dolía eran todas las veces que me mintió en la cara diciendo que no lo volvería a hacer. De igual forma no podía enfadarme con él, era lo único que me quedaba en este mundo, y no podía desaprovecharlo.

Debido a que no pegué ojo en toda la noche, me desperté con un terrible dolor de cabeza. Lo dejé pasar, ya que tarde o temprano se quitaría solo. Estuve ayudando a Adriana a limpiar y cocinar, y era como pasar el tiempo con una amiga. Reíamos, hablábamos, criticábamos... y la verdad me la pasaba re bien con ella.

Llegó la hora de comer casi, pero el dolor de cabeza seguía presente, así que me dirigí a la farmacia más cercana a por un bote de pastillas para el dolor de cabeza. Llegué a la tiendecita y me puse en la fila a esperar mi turno.
No era muy larga, así que en poco tiempo llegó mi turno. Le pedí a la farmacéutica lo que necesitaba y mientras le daba el dinero una señora me habló.

–Nena, ¿a vos no te conozco de algo?— dijo la señora que tenía detrás. Yo encogí mis hombros mientras tomaba el bote de pastillas.

–Claro, Eugenia, es la nena que ca con el uruguayo. Recién me contó Pilar que lo vio desde su ventana caminando con dos armas— dijo casi susurrando lo último. Mi sonrisa se borró al instante.

–¿Cómo dice señora? ¿Vio hacia donde iba?— dije tragando con dificultad.

–Hacia la casa de doña Pascualla, la madre del nene ese que disparó a la señora de la tiendita— dijo la señora. Sentí mi mundo venirse abajo. Salí corriendo de la farmacia en busca de Danilo, con un nudo en la garganta a punto de estallar.

                        |Narra Danilo Sánchez|

Tras tomar las armas que esa señora me dejó, fui hacia la casa de Jorge. Si quieres acabar con un problema, debes hacerlo de raíz. Conocía los riegos, sabía que puede que no saliera de esta, pero todo dolor causado por ese hijo de puta acabaría.

Iba con gran velocidad, tomando las calles más abandonadas y solitarias para no alarmar a nadie. Hoy haría venganza por todos lo que murieron a manos de este pelotudo. Por mi hermano, por Anabella, por Cochi... por todos ellos.

Quedaba poco para llegar a la casa, así que cargué ambas armas y las dejé preparadas nada más que para apretar el gatillo.

Llegué a la casa y me puse en frente de la cortina que hacía de puerta. Alcé ambas armas, dejándolas preparadas para atacar en cualquier momento.

–Esto es por la familia Sánchez— susurré, dando paso a todas las balas. La cortina rápidamente se llenó de agujeros por las balas. Me acerqué un poco más a la casa. Todos estaban muertos a excepción de uno. Jorge seguido en pie. Alzó su pistola y yo las mías, y ambos las accionamos a la vez. Una gran punzada me dio en el abdomen. Lo miré y vi varios agujeros en este del cual salía sangre. En ese momento me desplomé en el suelo.

                                             ***

Iba todo lo rápido que podía. Mi piernas no daban para más pero mi cerebro las mantenía activas. Estaba ya casi es la casa cuando sonaron unos cuantos disparos y después unos pocos más. Estos hicieron que me asustara y comencé a correr aun más rápido, con las lágrimas casi cayendo por mi cara.

Al llegar vi la única imagen que no deseaba ver. Danilo estaba tirado en el suelo, con carios agujeros de bala en el abdomen. En el interior de la casa tampoco había nadie vivo. Corrí hacía él cuando vi que aún escupía sangre, lo cual era señal de que seguía vivo.

–Danilo, Danilo, desperta, vamos. Te vas a poner bien, vamos— decía yo entre sollozos mientras incorporaba la cabeza de Danilo para que no se ahogara.

–Daf, daf– escuché que susurraba. Yo me acerqué a su boca para oírlo bien– Ahora Anabella está en paz— dijo mientras dejaba de respirar.

–No, no, no. Danilo. ¡Ayuda! ¡Por favor!–gritaba yo en busca de auxilio para Danilo. Nadie me escuchaba– Danilo, no. Por favor, mirame. Desperta— gritaba. Sentía como mi garganta ardía de los gritos que daba. Estaba comenzando a quedarme ronca, incluso.

Seguía gritando por ayuda, aunque ya fuera demasiado tarde. Abracé el cuerpo sin vida de Danilo, como si así jamás tuviera que despedirme de él. En ese instante, todo se nubló. Comencé a ver borroso y no escuchaba bien, solo oía una sirena de ambulancia que probablemente lis vecinos llamaron.

Una mujer me tomó del hombro. Otros dos hombres vinieron para llevarse el cuerpo de Danilo, pero yo no podía soltarlo, no para siempre. Otra mujer y la que me había llamado antes me tomaron de los brazos, y yo pataleaba mientras veía cómo se lo llevaban y lo ponían en una camilla. Uno de los enfermeros, con sus dedos, cerró los ojos de Danilo.

Mi corazón estaba al borde de un infarto, ya. Se me vinieron toda clase de recuerdos a la cabeza, y cada uno dolía más que el anterior.

No sé en qué momento pero Segundo llegó y me llevó a su furgoneta. Él me llevó a casa, donde Adriana que dio una tila para que me relajara, aunque eso fuera imposible. Carlos estaba en Cordoba, debutando, pero después lo llamaría su padre para darle la noticia.

Don Segundo y Adriana quisieron hacerse cargo del entierro de Danilo, y yo ofrecí como lugar el campo donde este me llevaba. Aunque apenas podía hablar sin comenzar a llorar, conseguí que Danilo fuera enterrado allá.

Carlos regresó a casa, y ambos nos consolábamos el uno a otro. Este barrio no solo me había quitado a mis seres queridos, me había quitado un pedazo de mi corazón, sin el cual no puedo vivir.


 Este barrio no solo me había quitado a mis seres queridos, me había quitado un pedazo de mi corazón, sin el cual no puedo vivir

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Hasta Que Te Conocí | DANILO SANCHEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora