Capítulo 18

75 1 0
                                    

Después de estar un rato con Danilo, Carlos y yo nos fuimos a casa para que Carlos se preparara para la concentración

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Después de estar un rato con Danilo, Carlos y yo nos fuimos a casa para que Carlos se preparara para la concentración. Debíamos llevarlo al club de Boca, que está como a media hora de acá. Aprovechando que fui allá a acompañar a Carlos, decidí que ya era hora de llamar a mi madre. Le pregunté a un señor de seguridad si podía usar el teléfono y él me llevó dentro de su oficina donde tenía uno. Marqué el número y unos momentos después contestaron.

–¿Bueno?— dijo la voz de mi madre al otro lado. Por un momento me quedé paralizada por todo el tiempo que llevaba sin escucharla, pero contesté.

–Mamá, soy yo, soy Dafne— dije con serenidad.

–¿¡Dafne!? ¿Por qué no me llamaste, pelotuda? ¡Pensaba que, que te habían matado como a tu hermana!— dijo, rompiendo en llanto. Esto hizo que se me formara un nudo en la garganta.

–Tranquila, estoy a salvo. Tengo un amigo acá y sus padres me ofrecieron quedarme con ellos. Son buenas personas, podes estar tranquila— dije calmándola mientras tragaba mis lágrimas.

–Bueno, no te preocupes que ya mismo saco un boleto para que regreses. No quiero que pases más tiempo allá. Es demasiado peligroso— dijo calmándose.

–¿Qué? ¡No! no podes hacer eso. Ya tengo una vida acá, no puedo dejarla atrás— dije mientras ese nudo en la garganta volvía.

–Dafne, cariño, allá no tenes a nadie, no tenes familia. Estas desprotegida allá.— dijo, y una lágrima cayó por mi mejilla. Apreté mi mandíbula y puño.

–Te equivocas, mamá. Si que tengo familia acá, y me han demostrado mucho más en menos de dos meses que vos en toda mi vida, así que no, me quedo— dije con firmeza.

–Dafne, aún sos menor de edad, y la ley dice que estás bajo mi tutela, así que harás lo que yo diga. No hay reproches— dijo– Te doy dos semanas para que te despidas, ni un día más ¿me entendés?—.

Sentí como mi mundo se venía abajo. Tenía razón, al estar bajo su tutela era ella la que mandaba sobre mí. Colgué con fuerza y salí. Cuando dejamos a Carlos en el club, Segundo y yo volvimos, pero yo no iba a parar en casa. Le pedí que me dejara en casa de Danilo.

Cuando llegué y me encontraba enfrente de la puerta, no sabía muy bien que hacer, así que solo llamé varias veces. La puerta se abrió, mostrando a Danilo y de fondo a más gente.

–¿Daf? ¡Qué bueno que viniste, pasa!—dijo Danilo con un aspecto peor que el de antes. Se le notaba mareado, y se tambaleaba por todos lados. Me invitó a sentarme en un colchón en el suelo, y yo obedecí.

–¿Queres un poco?— me ofreció una botella de cerveza. Yo negué apartándola de en medio.

–No, Danilo, tenemos que hablar— dije con seriedad. Vi como este tomaba un plato con rayas dibujadas e intentaba aspirar algunas, pero lo detuve– Eh, eh. ¿Qué haces, pelotudo? Deja esa mierda, ya—.

–Bue, ¿qué te pasa que estas tan mandona?— dijo riéndose un poco.

–Danilo, me marcho en dos semanas— dije directamente. No tenía paciencia para contárselo poco a poco, así que le solté la bomba, y vaya si funcionó que se le cambió toda la cara.

–¿Qué? ¿Cómo que te vas? ¿Adonde?— dijo tambaleándose.

–Con mi madre. Yo no quiero pero al ser menor me obliga– Danilo volvió a intentar aspirar una raya– Eh, parate ya, Danilo. ¿Qué no ves lo que te está haciendo esta mierda? Te está dejando el cerebro frito— dije deteniéndolo.

–No te vayas, por favor. No me dejes solo. Carlos se va a debutar en Córdoba y yo me voy a quedar solo— dijo . Sentí mucha lástima por él, y algunas lágrimas salieron de mis ojos.

–Tampoco es que me quiero quedar. No viendo como te destruyes de esta manera. No quiero pasar por lo mismo que pasé con mi hermana. No quiero tener que llegar y encontrarte al borde de una sobredosis— dije llorando. Él me limpio las lágrimas. Parecía como si el verme llorar lo detuviera.

–Yo te hice una promesa, y te la voy a cumplir— dijo, con un poco más de seriedad.

–Feliz cumpleaños, Danilo. Te quiero— dije entre sollozos, tomándolo por las mejillas y besándolo.

                           |Narra Danilo Sánchez|

Después de que se fuera Dafne me puse en marcha para cumplir mi promesa. La única razón por la cual me drogaba era para no ir a por Jorge para intentar vengar a mi hermano y morir en el intento, dejando sola a Dafne. Por esto, tomé una botella de gasolina y un mechero.

Me dirigí a la casa de Jorge. Enfrente estaba estacionado el auto que me enseñó cuando fui a comprar. Bañé el coche en gasolina, y una vez bien mojado, encendí el mechero y prendí fuego el auto. Mientras salía corriendo, la China salió de la casa, y vio lo que había hecho, pero no le dio tiempo a comenzar a perseguirme cuando estalló el auto.
Yo salí corriendo lo más rápido que podía. Corrí a la azotea donde tenía un colchón en donde había estado durmiendo las veces que no iba a casa, aunque ahora fuera a ser por siempre ya que Jorge podría venir por mí.

Me senté en él, con las piernas abiertas, y saqué miles de bolsitas con el polvo blanco que tantos problemas me había causado desde que nací. Primero con mis padres, luego con mi hermano y ahora con la chica que más amo en mi vida y la cual se desvive por mi bienestar, aunque yo se lo pague de esta manera... Así, dicho en mi mente suena fatal, pero razón no faltaba. Dafne había hecho más por mí que mi propio hermano en toda mi vida, y yo se lo pagaba así. Únicamente me detenía cuando la veía llorar. Parecía como si dentro de toda la ceguera que tenía apareciera un punto de luz por cada lágrima que saliera de sus ojos. Finalmente, tiré las bolsitas por la azotea para no volver a verlas jamás.


 Finalmente, tiré las bolsitas por la azotea para no volver a verlas jamás

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Hasta Que Te Conocí | DANILO SANCHEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora