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Era un día soleado en el circuito, y el rugido de los motores resonaba en el aire mientras nos preparábamos para la clasificación. Estaba en el box de Mercedes, junto a George, mi piloto, dando las últimas indicaciones sobre la estrategia que debíamos seguir en la sesión de calificación. George asentía con determinación, absorbiendo cada palabra que salía de mis labios.

-Ok, George, recuerda mantener la calma en la primera vuelta, conserva los neumáticos y luego atacas en el momento adecuado. Confío en ti, ¡vamos a por ello!-, le dije con entusiasmo, sintiendo la adrenalina correr por mis venas.

George me miró con determinación y asintió. 

-Entendido, Annia. Vamos a darlo todo-, respondió con confianza, su mirada reflejando la determinación de un verdadero campeón.

Mientras se preparaba para salir a pista, me sentí mareada por un momento, pero lo atribuí a la emoción del momento y lo ignoré. No podía permitir que nada me distraiga de mi trabajo en un momento tan crucial.

El reloj marcaba el inicio de la sesión de calificación, y observé con nerviosismo cómo George salía a la pista. Cada vuelta era crucial, cada décima de segundo podría marcar la diferencia entre la pole position y una posición menos favorable en la parrilla de salida.

Con cada vuelta que George completaba, mi corazón latía con más fuerza. Cada curva, cada recta, era una montaña rusa de emociones mientras observaba atentamente los tiempos en la pantalla y daba indicaciones por radio.

Finalmente, llegó el momento de la bandera a cuadros. George cruzó la línea de meta y se colocó en una impresionante posición P2. Un grito de alegría resonó en el box de Mercedes mientras celebrábamos el éxito de nuestra estrategia.

-¡Lo logramos, George! ¡Increíble trabajo!- exclamé, abrazando a mi piloto con entusiasmo. La emoción del momento eclipsaba cualquier otro sentimiento, pero el mareo persistente seguía ahí, aunque decidí ignorarlo una vez más.

Toto, nuestro jefe de equipo, se unió a la celebración, felicitándonos por el excelente desempeño. La atmósfera en el box era eléctrica, llena de alegría y satisfacción por el trabajo bien hecho.

Sin embargo, mientras disfrutaba del momento, el mareo se intensificó, haciéndose cada vez más difícil de ignorar. Traté de mantenerme firme, pero mis piernas parecían flojear bajo el peso de la emoción y la fatiga.

Toto notó mi estado y me miró con preocupación. 

-¿Estás bien, Annia?- preguntó, su voz llena de inquietud. Traté de sonreír para tranquilizarlo, pero el mareo se intensificó y me senté en una silla cercana, sintiéndome débil y aturdida.

-No te preocupes, Toto. Solo necesito un momento para recuperarme- respondí, tratando de ocultar mi malestar detrás de una sonrisa forzada.

Mientras intentaba recomponerme, una oleada de preocupación me invadió. ¿Qué estaba pasando conmigo? ¿Por qué me sentía tan mareada y débil? Ignorar los síntomas ya no era una opción; necesitaba averiguar qué estaba pasando.

Decidida a solucionar el problema, me dirigí hacia el área de alimentos, pero en el camino me topé con Charles. Su preocupación era evidente en su mirada cuando me vio.

—¿Cariño? ¿Por qué estás tan pálida? —me preguntó con tono preocupado.

Traté de desviar la atención del asunto, felicitándolo por su tercer puesto.

—Gracias, pero no cambies de tema. Estás muy pálida —insistió, sin dejar pasar mi malestar.

Tuve que admitirlo. La falta de alimento estaba pasando factura, y mi mareo era una clara señal de advertencia.

Immortal She - CHARLES LECLERC -+18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora