Veintiuno

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Jon abrazó a Hartlyn mientras cabalgaban en el Gran Águila a través de las nubes. Mantenía los ojos oscuros cerrados y la cara hundida en su pelo como el fuego mientras la pelirroja acariciaba suavemente con los dedos las grandes manos que descansaban sobre su estómago.

Sin embargo, su aguda mirada de ojos esmeralda estaba clavada en un rey enano inconsciente. Podía ver cómo se desvanecía su aura y sentir cómo la vida se agotaba en su cuerpo horriblemente herido. Hartlyn hizo caso omiso de los gritos de pánico de sus sobrinos y del resto de la compañía, en lugar de que la Maestra de la Muerte repasara en su mente ideas sobre cómo prolongarle la vida solo un poco más.

Con ella tan concentrada en Thorin y Jon en ella, ninguno de los dos se percató del mugriento hombre de ojos color acero que los miraba atónito, pero sobre todo a la pelirroja.

No podía creer que después de tanto tiempo en la oscuridad, rodeado de criaturas asquerosas y repugnantes, por fin respiraría aire fresco, pero no solo eso... Estaría poniendo los ojos en la hija de su mejor amigo, su ahijada.

La noche fue robada por el amanecer, rompiendo sobre el horizonte mientras los rayos de luz brillaban sobre todos ellos.

Había un gran montón de rocas sobresaliendo y elevándose en el aire en medio de un pequeño bosque, que fue cuando las Águilas empezaron a descender, la primera tendiendo con cuidado al rey enano.

Aun inmóviles, una a una, las Grandes Águilas, permitieron que desembarcaran sus enanos, así como Gandalf y Bilbo, luego Jon y Hartlyn y finalmente el hombre de pelo negro.

Permaneció junto al antiguo Vigilante Nocturno, apartado de los demás, mientras la Reina de las Montañas del Norte se deslizaba entre la compañía como una sombra, con la mano ya metida en la bolsa y buscando las mismas cosas que la habían aliviado pagando y curado días atrás.

Balin pareció darse cuenta de que Hartlyn conocía una forma de ayudar a su rey, y tuvo la sensatez de confiar en ella, sobre todo después de ver el poder que acababa de demostrar, salvándolos ya dos veces de los orcos.

El enano de pelo blanco se apartó rápida, pero suavemente a los enanos, permitiendo que Harltyn se acercara, a lo que ella le dedicó una pequeña sonrisa.

Aparte de los dos hombres y el Istari, todos contuvieron la respiración cuando la Maestra se levantó un lado de la falda para revelar la hermosa daga enjoyada que llevaba atada al muslo y todos los enanos se esforzaron por no reaccionar cuando ella extendió la mano para cortarle a Thorin la túnica empapada en sangre, con el sol naciente brillando en la hoja de plata pulida, ahora teñida de rojo.

Al quitarla, Hartlyn pudo ver las heridas en el pecho del alto enano.

La pelirroja pasó la mano por cada herida, juzgando cuál era más o menos peligrosa que la anterior y eligiendo cuál sanaría con sus lágrimas y cuál con un gesto de la mano.

Después, con dos movimientos más de la muñeca, uno para limpiar la sangre y el otro para reparar su túnica, ahora decente, Hartlyn ignora los jadeos y las miradas de asombro y admiración antes de mirar directamente a los ojos de Balin.

"Estoy a punto de hacer algo que disfrutaré enormemente, pero también algo que no apreciarás...".

El enano mayor frunció el ceño hasta que la Reina de las Montañas del Norte retiró el brazo y abofeteó al inconsciente Thorin tan fuerte como pudo.

Balin balbuceó hasta que el alto enano se levantó con un agudo jadeo, Hartlyn sonrió con satisfacción, antes de ponerse de pie y dirigirse de nuevo hacia su rey, la compañía separándose para ella. No se sintió del todo tranquila hasta que volvió a abrazar a Jon y no fue hasta entonces que por fin miró al miembro más reciente de su pequeño grupo.

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