Cinco (Editado)

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"Estás perdiendo mi interés, y eso es muy peligroso". Hartlyn se levantó de su trono, su delicada mano se posó en el antebrazo de Jon, haciendo que el hombre se relajara ligeramente. Su cuerpo seguía tenso, preparado para un ataque, el hombre de pelo negro dejó escapar un largo suspiro y soltó la espada lentamente para luego cruzarse de brazos, mientras entrecerraba la mirada.

Gandalf tragó saliva e inclinó la cabeza: "Solo deseo su ayuda".

"¿Por qué piensas que te brindaremos ayuda, Istari?" Preguntó la pelirroja, su acento hacía que sus palabras fueran suaves pero más exigentes.

Dio un paso hacia él, con su vestido púrpura oscuro arrastrándose tras ella, haciendo que sus ojos y su pelo parecieran más brillantes, más etéreos.

El mago podría decir que su belleza salvaje competía fuertemente con la de cierta elfa.

"¿No pedirías ayuda si un dragón tomara tu montaña?". Respondió Gandalf con una pregunta, ladeando ligeramente la cabeza.

"Un dragón no nos tocaría". Jon se burló, su voz profunda y ronca llenó la habitación, su tono lleno de diversión, "¿Una bestia de fuego intentar tomar una fortaleza de magia? ¿Conmigo y mi Reina como sus defensores? Imposible".

El Mago Gris le creyó.

"Deseas que ayudemos a los hijos de Durin, ¿verdad?".

A Gandalf no le sorprendió que la Señora de la Muerte supiera lo que deseaba de ellos. Por la información que había recogido, aprendido y encontrado, Hartlyn Black era imparable cuando se proponía algo. Solo parecía sorprendida de que él se lo pidiera.

"¿Enanos?" El hombre a su lado tarareó: "Criaturas egoístas y de cabeza dura. Tan agradecidas como la piedra y el metal con los que trabajan".

"¿Pero ayudarían a otro a reclamar su hogar?".

Jon casi puso los ojos en blanco, al oír la súplica en la voz del anciano.

Algo dentro de la mente de Hartlyn se puso en su lugar, junto con los susurros de la Muerte, mientras él también intentaba influir en su mano. Al parecer, en su vida pasada había tenido complejo de héroe. Y eso era decir poco. Un eufemismo definitivo.

"Si aceptamos ayudar a esos enanos" Comenzó la bruja, interrumpiendo la mirada entre su alma gemela y el Istari, "¿Qué pasará entonces?"

Gandalf sonrió levemente, sintiendo que su esperanza aumentaba: "Te pediría que te reunieras conmigo en Hobbiton. Donde planeo recoger a un ladrón".

Al unísono, el Rey y la Reina de las Montañas del Norte enarcaron una ceja.

"¿Cuándo?" Preguntó Jon, con los hombros aún más relajados cuando Ghost chocó contra él, pues el lobo huargo era medio metro más alto que su amo.

El Mago Gris miró a la bestia con recelo: "En la próxima luna llena. ¿Vendrás? ¿Ayudar a los Hijos de Durin?"

Morrigan, la loba negra, también se levantó y se puso al lado de su ama. Los cuatro formaban un cuadro de poder y realeza que Gandalf pudo contemplar. Podía sentir la magia antigua enrollándose a su alrededor. Aunque la habitación era cálida y rica, desprendiendo un encanto real, pero hogareño, el mago podía sentir la frialdad de su juicio. Su decisión bien podría determinar el éxito de la aventura.

Jon miró a su reina, que frunció los labios rosados.

"Tal vez..." Murmuró, su voz acentuada, como una campanilla de viento, más pesada que nunca.


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Hartlyn había sentido la necesidad de invitar al mago gris a quedarse a comer o al menos a descansar después de un largo viaje. Radagast solía quedarse una semana antes de regresar a su pequeña cabaña en el bosque. Pero el Istari se negaba, en cambio, a regresar a su lugar de origen. Probablemente, al pequeño pueblo donde decía que vivía su ladrón.

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