El vaso de vidrio se revienta en mis manos cuando Recce azota una fotografía sobre mi escritorio. Está agitado, pega su dedo a la imagen apuntando directo a la cara de la hija del Boss.
-Ella, a la que le estás declarando la guerra, es madre de tus hijos. Estos niños son tuyos, Christopher- habla alterado. Me niego a creerlo, esto es un engaño más y no estoy para estas idioteces.
-Esa mujer es una zorra. No sé con cuántos se ha acostado -puedo ver cómo me mira sin conocerme. Me pongo de pie, acomodando mi gemelo del lado derecho.
-Tengo reuniones, Recce. No tengo tiempo que perder, así que fuera- apunto hacia la puerta. Niega con lentitud, relame sus labios con desespero.
-No es ningún secreto que Selena ha estado cazando a los Mascherano. Antoni lo sabe y en su mira no está ella, son los mellizos, los niños que llevan tu sangre -no hablo más y él toma mi silencio como respuesta. Sale azotando la puerta con enfado.
Cuando mi vida está llena, bien aparece esa mujer para arruinarlo todo. Tantos años y aún no la olvido. Me niego a ver la imagen, la tomo para hacerla pedazos. Ella es historia y esos niños no son míos, solo es una más de sus jugadas viles para reafirmar que ella tiene el poder. Pero no le daré el placer de aparecer ante ella. Si quiere mi ayuda, que me venga a rogar por ella.
SELENA ROMANOVA
Estoy en Irlanda cerrando un trato. Llevo aquí más de tres días y ya extraño a mis hijos. Padre me jura que están bien, pero yo los conozco. Nunca nos separamos y si a ellos no les pesa mi ausencia, tendré que ir a un psicólogo porque yo me vuelvo loca si no estoy a su lado.
-Buenas tardes, adelante -me saluda la hostess cuando entro a un restaurante. Está tranquilo, se ve muy acogedor. Esta noche regreso a Moscú para verificar que todo esté en orden y de ahí viajo a Alaska.
Me siento en la terraza, la cual está sumergida en un silencio tranquilizante. Me siento en la mesa más alejada, acompañada de la hermosa vista. Pido un corte de carne y una bebida preparada. Me dejan unas entradas para estar nuevamente sola, hasta que un hombre toma asiento enfrente de mí. Saco mi arma, apuntando por debajo de la mesa.
-Así piensas saludarme después de tanto -el Morgan está delante de mí. Me paralizo al instante. Un nudo se forma en mi garganta, la cabeza me da vueltas y no logro distinguir si es una alucinación.
-Cierra la boca que las moscas se te van a meter -bromea, o eso intenta, porque me mira lleno de rencor. El gris caótico está inyectado con enojo.
Su cabello está rebelde, cayendo por sus cejas, las cuales lucen perfectas. Su barba lo hace ver más maduro. No es el mismo coronel que me enamoró años atrás.
-Si recuerdas a todos los soldados que te cuidaron la espalda -pregunta con gracia. Mis ojos viajan hacia las personas que están en las mesas alejadas. Caigo en cuenta de que está toda la élite. Los ojos del Linguini me miran con lástima, pero los demás evitan el contacto visual.
-¿Qué mierda quieres, Ministro? -trato de guardar la calma, pero yo pensé que me quedaba al menos dos meses. No pensé que me daría la cara tan rápido. Ese fue mi error, pensar que el hombre sigue siendo el mismo.
-Estás arrestada, Selena Romanova- yo sonrío para negar, saco mi arma, haciendo que todos me apunten, pero el hombre no se inmuta.
-No me siento arrestada, Christopher- me burlo. Él saca las esposas con una sonrisa llena de malicia.
-Pronto lo sentirás -sonríe por primera vez, causando estragos en mi alma.
-No me da miedo la muerte -aseguro, la adrenalina crece aún más cuando me pongo de pie, apunto directo a su frente.
-Tus hijos no pueden quedar huérfanos -cierro los ojos por unos segundos, soltando un suspiro.
-Tienen a su padre -el enojo explota en su mirada, su cuerpo se tensa al instante. Lanza la mesa a un lado, corta la distancia entre los dos con rapidez, y me toma del cuello, azotándome contra la pared de cemento.
-Celoso, Morgan -no le bajo la mirada y él hace más fuerte el agarre. Mi arma está en su pecho, de una sola bala, lo mato.
-No juegues con fuego, Romanov, porque te juro que cumpliré la promesa que te hice la última vez que te vi -susurra con los dientes apretados, su mandíbula se tensa aún más cuando una carcajada es arrancada de mis pulmones.
-¿Cuál, cuando juraste nunca dejarme de amar? -puedo ver melancolía en su mirada, que es reemplazada rápidamente por la indiferencia.
Me pesa el alma y con toda la seguridad de que su cuerpo está protegido por el mejor chaleco antibalas, disparo, mandándolo lejos. Mis ojos se empañan de lágrimas, y sin más, me tiro por el precipicio. El mar me recibe con violencia. Solo puedo salir unos segundos para tomar aire. La corriente me lleva por todos lados, pero el ver al Ministro parado en la baranda del restaurante me llena de tranquilidad. Me alejo nadando con todas mis fuerzas.
-Te lo juro, que estoy a punto de olvidarte, maldito hijo de puta -grito lo último, sacando mi dedo de en medio.
Salgo cansada y empapada. El encuentro me dejó mal mentalmente. Tengo que preparar a mis hijos. Pensé que Christopher seguiría siendo el mismo y hoy me queda claro que está dispuesto a matarme sin pudor alguno. Lo más jodido es que yo me veía casada con él, y al final los dos nos destruimos. No queda nada de ese hombre que me enamoró y yo mataré a la mujer que aún tiene debilidad por él. Y que todo acabó, no queda más. Seremos dos extraños. Yo lo olvidaré y estoy segura de que él ya me olvidó. Con el corazón colgado de un hilo, me marcho de Irlanda.
ESTÁS LEYENDO
🫀ENCRUCIJADA🫀
RomanceSelena Romanov Lazareva, primogénita de Ilenko Romanov, fue criada como una mujer de la Bratava mata a sangre fría, todos conocen su nombre y que tan peligrosa es, todos saben que el Boss tiene a su primogénita , todos reconocen lo letal qué es, per...