4. El reencuentro

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Me encontraba en el auto, en dirección a casa de Sandra.

Habían pasado más de dos horas y media desde mi arribo a Buenos Aires.

En primer lugar, me dirigí a la residencia de mis padres según lo planeado, sin haberles anunciado previamente mi llegada. Fue, por tanto, una sorpresa para ellos. Servimos la comida y nos sentamos juntos en la mesa del jardín, mi mamá, mi papá, mi hermano menor y yo; mi hermana mayor no estaba presente. Durante la conversación, surgieron preguntas acerca de cuándo tenía previsto regresar a la ciudad, considerando que estaba a punto de terminar mis estudios y que mi ausencia se hacía sentir. Sinceramente, en ese momento no se me ocurrió una excusa adecuada, por lo que decidí cambiar de tema, evitando así sus dudas. Asimismo, no compartí con ellos el motivo de mi visita a la ciudad.

Al despedirme de mis padres, fui directamente a la panadería de Teresa, la mamá de Camila, tal como ella me había indicado. Tere me recibió con un abrazo cálido y amoroso. Habían pasado unos dos meses desde la última vez que nos veíamos, ya que en las últimas semanas estuve sumamente ocupada con asuntos de la facultad y no había tenido la oportunidad de venir mucho a la capital. Apoyándome en el escaparate de dulces, entablamos una agradable conversación mientras degustábamos un alfajor casero cada una. Finalmente, Tere me entregó una caja con el logo del local repleta de donas caseras cubiertas de dulce de leche, todas elaboradas por ella misma. Al intentar pagar por ellas, ella rechazó rotundamente mi dinero, como me imaginaba. Después de una breve discusión, acabé aceptando, pero en el momento de despedirnos con otro abrazo, disimuladamente introduje la plata en el bolsillo de su delantal sin que ella se diera cuenta.



Estaba a solo unos minutos de donde se encontraban Candela y Sandra, justo a tiempo para nuestra cita acordada.

La verdad es que ver a mi familia y a Teresa antes del encuentro me dejó más relajada, a diferencia de cuando salí de mi casa, donde sentía que los nervios podrían ganarme en cualquier momento.

Mientras esperaba a que un semáforo cambiara a verde, mi celular vibró. Era Candela, enviándome un mensaje. Aproveché el breve lapso mientras el semáforo se demoraba para responder rápidamente su mensaje.

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@kendilomba

@kendilomba: Hola linda

@kendilomba: ya estás cerca?

@sarah.bno: sí sí, estoy a pocas cuadras

@sarah.bno: solo para asegurarme, esta es la direccion? av. Buenafuente, 43

@kendilomba: sí!

@kendilomba: acá te esperamos

@sarah.bno: dale

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Dejé el celular en el asiento de copilto y miré al frente. Unos segundos después, el semáforo indicó que podía seguir conduciendo. Cada vez me encontraba más cerca; el GPS señalaba que faltaban apenas 3 minutos para llegar a destino.

No conocía este sector de la ciudad y temía perderme, pero de pronto vi el cartel de la avenida Buenafuente. Giré el volante hacia la derecha para ingresar a la calle. Era una vía encantadora, con varios comercios y viviendas, todas numeradas con distintos colores y formas. El sol iluminaba las fachadas, creando un ambiente cálido y acogedor.

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