9. Perdonado, otra vez

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El último fin de semana lo pasé como el orto, así que decidí ausentarme unos días de la facultad. Necesitaba alejarme un poco de todo, aunque sabía que no podía faltar demasiado si es que quería obtener mi título de contabilidad.


Esa mañana, mientras manejaba tranquilamente hacia la facultad, llevaba un vaso desechable de café en la mano. Le daba pequeños sorbos, disfrutando del calor que desprendía en mis dedos y del aroma que intentaba despertarme.

A pesar de haberme tomado dos días libres, la sensación de agotamiento no se había ido. Mis pensamientos seguían revueltos, como un torbellino que no me dejaba descansar.


Al llegar, busqué un lugar para estacionar y, una vez estacionado, agarré mi bolso del asiento del acompañante y bajé del auto.

El aire fresco de la mañana me hizo estremecer un poco mientras caminaba hacia el edificio de la facultad. Cada paso resonaba en el pavimento, recordándome que tenía que enfrentar otro día.

Entré en el aula unos minutos antes y, sin pensarlo mucho, me dirigí al fondo del salón. No tenía ganas de interactuar con nadie. Necesitaba un momento para mí, un espacio donde pudiera estar en paz, aunque fuera solo por un rato.

Me dejé caer en la silla y saqué el celular para distraerme un poco antes de que comenzara la clase.

Abrí Instagram, deslizando el dedo por la pantalla sin prestar mucha atención a las fotos y videos que aparecían. Las imágenes pasaban ante mis ojos como un desfile de vidas ajenas, todas aparentemente perfectas y felices. Sentía una mezcla de envidia y apatía, deseando poder sentirme igual de despreocupada.

De repente, una mano cálida se posó suavemente sobre mi hombro, sacándome de mi ensimismamiento. Me sobresalté un poco y volteé para ver quién era.

— ¿Hoy si te dieron ganas de venir? —dijo ironicamente Brenda, mi compañera, mientras dejaba su bolsa en el piso.

—¿Y los buenos días? —respondí, sonriendo y estirándome en la silla.

— No te los merecés, me dejaste SOLA con Lautaro terminando el trabajo final. —dijo, mientras yo reía y ella tomaba asiento a mi lado. Sacó su laptop de la bolsa y la encendió— ¿Por qué faltaste los últimos dos días? —preguntó, mirándome de reojo mientras conectaba el cargador.

— Y bueno, no me encontraba bien. —bufé con cansancio, intentando restarle importancia.

— ¿Estás mejor? —pregunto con un poco de preocupación al ver mi cara agotada. Me miró de cerca, frunciendo el ceño.

— Dentro de lo que cabe, sí. —mentí, mirando hacia otro lado y jugando con la tapa del vaso. En realidad, no me encontraba bien. Apenas había comido en los últimos tres días, de hecho, apenas había salido de la cama.

— Mirá que si necesitas algo, me avisás, ¿eh? —dijo Brenda, poniendo una mano sobre mi brazo y apretándolo suavemente, mostrándome su apoyo.

Asentí, agradecida por su preocupación, aunque sabía que no podía contarle todo lo que me pasaba. Aprecié el gesto, pero sentía que el peso de mis problemas era algo que tenía que cargar sola.




El otro día, después de la visita de Agustín, me dejé caer en la cama exhausta. Una hora más tarde, al despertarme, noté unas llamadas perdidas de Mauro junto con una nota de voz en WhatsApp. En ella, se disculpaba por lo sucedido la noche anterior, aunque en realidad yo sentía que la culpa recaía más en mí que en él. Le respondí con una disculpa sincera; no estaba dispuesta a permitir que nos distanciemos nuevamente.

Durante esos días, hicimos algunas videollamadas debido a mi imposibilidad de viajar a Buenos Aires.

A través de la pantalla, Mauro notó mi tristeza mal disimulada y me preguntó un par de veces si me encontraba bien. Yo solo respondía que sí y que no se preocupara, intentando ocultar mis verdaderos sentimientos, pero en el fondo sabía que él pensaba que mi ánimo decaído estaba relacionado con lo sucedido la noche anterior.

Antes de perderte - DukiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora