11. Fotos Reveladoras

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Narra Sarah


Me desperté de golpe, sintiendo un nudo en el estómago. Cerré los ojos con fuerza, tratando de aliviar el malestar.

La segunda vez que abrí los ojos, noté que no estaba en mi casa. El lugar me era completamente desconocido, y la cama en la que me encontraba no me resultaba familiar.

Los recuerdos de la noche anterior en la joda eran borrosos. Por un momento, me invadió el pánico al pensar que había tomado tanto que alguien podría haberse aprovechado de mí. Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo y traté de levantarme con cuidado, examinando el lugar con la vista para entender mejor dónde estaba y cómo había llegado hasta allí.

Intranquia, salí de los edredones de un salto mientras miraba para todos lado en busca de mi celular.Al salir de la cama, noté que todavía llevaba puesta la ropa de la noche anterior. Ese detalle me tranquilizó un poco, pero aún no entendía nada.

Mis ojos se posaron en mi bolso, que estaba sobre una cómoda en la habitación. Lo tomé rápidamente y, mientras buscaba desesperadamente mi celular, abrí la puerta con prisa.





Vi unas escaleras que me resultaban extrañamente familiares, aunque el dolor de cabeza me impedía recordar con claridad. Decidí bajar al piso de abajo.

Mientras bajaba las escaleras a toda velocidad, miré la hora en el celular. Eran casi las tres de la tarde. ¿Cuánto había dormido?





Al llegar al último escalón, levanté la vista de la pantalla y finalmente me di cuenta de dónde estaba: en casa de Mauro.

¿Qué mierda hacía yo acá?

Mi rostro se tornó confuso y comencé a caminar con pasos lentos, esta vez con más tranquilidad al saber dónde estaba. Recorrí el salón de la casa, reconociendo algunos muebles y decoraciones de cuando estuve aquí unos días atrás.

— ¡Mauro! —grité, todavía desconcertada, con el bolso y el celular en la mano, buscando al dueño de la casa.

El eco de mi voz resonó por el lugar, pero nadie respondía. Repetí su nombre un par de veces más.

Desbloqueé mi teléfono y busqué su nombre en mi lista de contactos, lista para llamarlo. Sin embargo, antes de poder marcar, escuché cómo la puerta principal se abría con un chirrido familiar.


Me asomé rápidamente para ver quién era, y allí estaba Mauro, con dos cajas de pizza en una mano y las llaves de la casa en la otra. Su rostro mostraba una mezcla de cansancio y alivio al verme.

— ¿Cómo amaneciste? —dijo con una sonrisa ladeada, entrando al salón.

Todavía estaba procesando lo que ocurría, así que no respondí de inmediato. Seguía sintiendo una mezcla de confusión y vergüenza.

— ¿Recién te despertaste? ¿Estas bien? —preguntó al notar mi silencio.

— ¿Qué hago acá, Mauro? —pregunté, con la voz entrecortada.

— ¿No te acordás? —negué con la cabeza— Revisá los mensajes de anoche entonces. —una sonrisa pícara se plasmaba en su cara, lo cual me hizo temer un poco lo que iba a encontrar.


Desbloqueé mi celular y entré a WhatsApp, esperando no ver nada demasiado vergonzoso.





Al empezar a leer la conversación, mi cara se puso roja de vergüenza. ¿Tan poco autocontrol tenía?

— Anoche estabas hecha mierda, no podías ni mantenerte en pie —explicó mientras dejaba las pizzas sobre la mesa y yo seguía leyendo los mensajes— Iba a llevarte a tu casa, pero no me sabías decir la dirección, no te acordabas, por eso te traje acá.

Antes de perderte - DukiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora