8. Sello

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Las calles pasan a gran velocidad, dejando estelas multicolores en el paisaje. De casualidad tomaron el tren expreso, por lo que el viaje será de tan sólo veinte minutos.

—Oye —susurra Nanami al oído de Mahito—, apártate un poco, por favor.

Mahito suelta una risita y se abraza todavía más al cuerpo del humano. Nanami suspira con frustración. Era predecible que la maldición actúe en contrario sólo por divertirse. Nanami aprovecha que el tren se detiene en una estación para quitarse la corbata y desabrochar un par de botones de su camisa. Respira aliviado al sentir un poco de aire fresco. Se quitaría el saco con gusto si no fuera que trae la espada consigo.

Mahito, quien ha tenido que soltarlo necesariamente, lo mira sonriente y sigue muy atento cada uno de los movimientos del hechicero. Nanami esquiva su mirada mientras se desabotona con una sola mano. Las chicas sentadas al lado vuelven a soltar risitas y comentarios entre ellas mientras lo miran con desenfado adolescente. A Nanami le incomoda muchísimo ser el centro de atención y aún más lo inquieta ver que Mahito también las notó. Decide entonces distraer a la maldición con un pedido.

—Oye, prometiste contarme cómo fue que te enteraste de que en ese lugar yo compraba mis panes favoritos.

La maldición lo mira a los ojos y sonríe con picardía.

Creo que eres el único que no se da cuenta de lo atractivo que eres, hechicero Nanami Kento. Haces que me llene de energía maldita con tantas emociones nuevas.

Nanami tose contra su propio brazo para ocultar su sonrojo mientras la maldición se ríe. Que Mahito se refiriera a él por su nombre completo lo toma por sorpresa.

—Me alegro por ti —responde el hechicero—, ahora compórtate y responde a mi pregunta. ¿Cómo fue que lo descubriste? ¿Me estuviste investigando?

Nah, eso lo hice después. —Mahito apoya su mano contra el vientre de Nanami. Sonríe complacido al notar que los músculos no se retraen esta vez ante su toque—. Yo mismo me sorprendí cuando sucedió. Era algo que no esperaba. ¿Todavía no sabes cuándo fue?

La mirada azul-plata lo invita con seductora naturalidad. Nanami observa cada rasgo, cada marca en el rostro de Mahito, lo expresivos que le resultan ahora los ojos peculiares de la maldición.

—Tengo una idea, pero me gustaría que me lo dijeras tú.

Mahito sonríe complacido ante la respuesta. Un brillo de orgullo asoma en sus ojos dispares ante la invitación para alardear de sus logros. Nanami lo mira con aire inexpresivo, un gran esfuerzo de su parte para ocultar su satisfacción al volverse más perceptivo ante las sutiles señales de la maldición.

Fue cuando quedaste atrapado en mi expansión de dominio. A propósito, me dolió mucho cuando no aceptaste mi sincero agradecimiento por ayudarme a lograrlo.

—No fue sincero, no mientas. Sólo estabas alardeando y burlándote de mí.

Sí, eso es verdad, pero también me dolió.

Mahito baja la vista hacia su mano sobre el vientre de Nanami. Acaricia la camisa hasta llegar al lugar donde lo hirió por primera vez. Su mano queda oculta en la cintura, justo debajo del saco. Sonríe al sentir la breve interrupción en la respiración del hechicero. Nanami traga fuerte y cierra los ojos un instante para reunir todas sus fuerzas y mantener la compostura. Querría decirle otra vez que deje de hacer eso, pero sabe que sería contraproducente. Cuando los vuelve a abrir se encuentra con la mirada traviesa de los ojos dispares. Mahito lo mira con simpática malicia mientras lo acaricia con movimientos rítmicos del pulgar y continúa con su relato.

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